La gente de Juwik (fragmento)Olav Duun
La gente de Juwik (fragmento)

"Era temporada alta de verano y el maravilloso clima regalaba, día tras día, el sol en medio del profundo cielo azul, y luego, tras el día, una noche de lluvia pesada, pudiendo oírse cómo se filtraban las gotas en el suelo. El sol brillaba seducido en el cielo. Era casi como ver fluir de un gran corazón sus sempiternas bendiciones. La tierra estaba allí y dejaba escapar el calor, un calor intenso, gratificante y fructífero, que era un pozo donde el viento, tras pender en la parte inferior del abedul y en los escorzos de los prados, regresaba victorioso, rugiendo profundamente, con los brazos llenos de las flores y fragancias más preciosas y el olor de las hierbas silvestres depositadas por la marea baja en la playa.
Petter Haaber fue una noche. No era de ese tipo de personas que se toman mucho tiempo para mirar alrededor y pensar en exceso, pero cuando llegó al sur del Brekka aquella noche, se sentó y miró hacia atrás. Quise mirar sólo un poco, ver cómo efectivamente se hallaba aquí fuera. Y se quedó sentado.
Ella no estaba preparada aún y él no podía ver cómo iba a ser. Vería lo mismo que el otro, si quería. No se le iba a negar una habitación. El otro había sido capaz de ver con los ojos cerrados correctamente. Tres años habían pasado y de lo contrario no podría llamarlo.
Petter Haaber parecía rechazar sentarse aquella noche, mascando rígidamente y contemplando la granja de Häusler y otras más pequeñas. Entre ellas estaban los bosques de hoja caduca y él era realmente feliz pudiendo ver las colinas verdes y redondeadas, las rocas desnudas al oeste y el mar. Tras las montañas, la casa de Haaberg, presuntuosa, se elevaría alta y firme. Sabía lo que estaba haciendo. Casi se echó a reír. Porque a veces, cuando estaba sentado allí con su hermano Anders, deseaba hallar en su camino la casa Haaberg e invitarle a descansar un poco, a continuación, pero de nuevo estaba en la iglesia, deprimido, porque la casa que añoraba algún sinvergüenza podría venir y quemarla en una noche de otoño.
Petter se encaminó hacia la ruta del este. No lo hizo hacia el sur, por la montaña, dado que quería bordear el noreste a través de ella, sin recibir el indiferente viento de cara. Como un ladrón, rodó por el bosque y no se detuvo hasta que estuvo en Engdalen.
Sí, él no quería hacerlo, pero quería mirar, y no estaría de más si Anders pudiera aprenderlo un poco más tarde.
Engdalen se hallaba hacia el lado este del fiordo, a casi dos horas de caminata de allí. Las casas eran pequeñas, en relación a sus patios, pero se mantenían en bastante buen estado, y los campos eran grandes y fértiles. El bosque de Schlagbarer estaba cerca y la bahía no demasiado distante, brillando en la puesta de sol, entre los árboles, como un lago de montaña. "



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