Biografía de un cimarrón (fragmento)Miguel Barnet
Biografía de un cimarrón (fragmento)

"En Ariosa no le daban trabajo a cualquiera. Si veían a un hombre muy figurín, con sombrerito de pajilla, no le hacían caso, porque decían que era un chulo. Para conseguir trabajo era mejor ir a esos ingenios un poco ripiado, con sombrero de guano y jipijapa. Los mayorales decían que al figurín no le gustaba agachar el lomo. Y en Ariosa había que trabajar duro. La vigilancia era constante. Por nada lo catalogaban a uno. Yo me acuerdo de un criminal él que se llamaba Camilo Polavieja. Polavieja era gobernador por los años noventa.
Nadie lo quería. El decía que los trabajadores eran bueyes. Tenía el mismo pensamiento de la esclavitud. Una vez le mandó a dar componte a los trabajadores que no tuvieran cédula. La cédula era un papelito, como un vale, donde escribían las señas del trabajador, Había que tenerlo arriba siempre. Y el que no lo tuviera recibía unos buenos mochazos en el lomo con vergajo, que era pisajo de res seco. Eso era el componte. Siempre lo daban en el cuartel, porque al que encontraban sin la cédula lo llevaban allí. Costaba veinticinco centavos y había que sacarla en el Ayuntamiento. Todos los años se renovaba. Además del componte. Polavieja hizo otros horrores. Remachó negros por millar.
Era soberbio como un buey. Hasta con sus tropas era así. Los mismos soldados lo decían. Una vez le dio por mandar negros a la isla de Fernando Po. Aquello era un castigo fuerte, porque esa isla era desierta. Era una isla de cocodrilos y tiburones. Ahí soltaban a los negros y no se podían ir. A Fernando Po mandaban a ladrones, chulos, cuatreros y rebeldes. A todo el que llevara un tatuaje lo embarcaban. Se entendía que el tatuaje era señal de rebeldía contra el gobierno español. Los ñañigos también iban a esa isla, y a otras que se llamaban Ceuta y Chafarinas. Polavieja mandaba los ñañigos porque él decía que eran anarquistas. Los trabajadores que no estaban complicados con el ñañiguismo ni con la revolución se quedaban en Cuba. Las mujeres tampoco iban. Esas islas eran de hombres nada más.
Polavieja obligaba a las mujeres a llevar su cartilla. La cartilla era parecida a la cédula. A todas las mujeres les daban una en el Ayuntamiento. Era su identificación.
Por aquellos años las mujeres recibían mucha atención médica. Al mismo Ariosa iba un médico todos los lunes y las reconocía. Un médico español, fulastre, sin fama. En los médicos españoles no confiaba nadie, la brujería era la que seguía curando a la gente. Brujeros y médicos chinos eran los más mentados. Aquí hubo un médico de Cantón que se llamaba Chin. Chin se metía en los campos a curar a la gente de guano. Yo estaba una vez en el pueblo de Jicotea y lo vi. No se me olvidó más. Allí lo llevaron los Madrazos, que eran familia de dinero. Chin era regordete y bajito. Vestía con una camisa de médico medio amarilla y con sombrero de pajilla. Los pobres lo veían de lejos, porque él cobraba muy caro. Yo no dudo que él curara con yerbas de esas que se meten en pomos y se venden en las boticas. "



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