Una mujer de fin de siglo (fragmento)María Rosa Lojo
Una mujer de fin de siglo (fragmento)

"Mientras yo me despojo de lastres Madame Eduarda se hunde cada vez más en un mar de plomo espeso, las faldas se inflan primero como anchas corolas para luego plegarse y arrastrarla hacia el fondo, cargadas de murmuraciones y de insidias. Madame está vigilada por cientos de ojos que quisieran contemplarla desde el espejo de su tocador, leer en las entrelíneas de su correspondencia, hurgar bajo la trama de sus cuentos para descubrir el misterio de su conducta impropia, y exhibir a la luz las pruebas de su ligereza.
Pero hoy los ojos sólo llegan en número contado. Se detienen forzosamente en las paredes del salón de recibo, o en las ventanas del costurero, sin rozar las entrañas de su secrétaire ni de su escritura, sin abrir la puerta vedada de los cuartos íntimos.
Los ojos corresponden a voces que se enlazan unas con otras, como letanías perversas. Las oigo de soslayo, cuando paso por en medio de las conversaciones, haciendo los honores de la casa con una bandeja de licores o de bizcochos. -¿No fue su antiguo enamorado, el conde Didelot, quien le prestó el dinero para la dote de su hija?
-¿Cómo habrá conseguido la carta de Víctor Hugo?
-Dicen que ha soportado toda clase de insolencias del compositor Rossini, con tal de conservar su amistad.
Las voces levantan un censo prolijo de la memoria común. Recuerdan, susurrantes, que una Eduarda de siete u ocho años fue absurdamente llamada por su tío el Restaurador para hablar en su idioma con el conde Walewski, enviado de la Francia durante los años del bloqueo. Recuerdan que siempre hizo observaciones audaces, inoportunas, ignorando la máxima consagrada por las buenas costumbres: que el silencio es en las mujeres el adorno más bello. Las señoras mayores juran que nunca terminó de bordar un pañuelo porque abandonaba las labores de su sexo a causa del vicio de la lectura: esa adicción que comienza con las novelas francesas forradas en licencioso tafilete rojo y que descarría el alma de las doncellas hacia ensueños insensatos y jamás honorables. "



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