Valentina (fragmento)George Sand
Valentina (fragmento)

"Al leve sonido que hicieron las sortijas de la cortina deslizándose sobre la varilla herrumbrosa, se incorporó Benedicto medio despierto y murmuró el nombre de Valentina. Acababa a la sazón de verla entre sueños, pero cuando la vio realmente delante de sí, lanzó un grito de la alegría que Luisa oyó desde el fondo del jardín y que la traspasó de dolor.
-¡Valentina!-dijo- ¿Qué veo? ¿Sois vos o es vuestra sombra que viene a llamarme? Pronto estoy a seguiros.
Valentina se dejó caer sobre una silla.
-Soy yo que vengo a mandaros que viváis, le respondió, o a suplicaros que muramos juntos.
-Eso quisiera mejor, dijo Benedicto.
-¡Oh, amigo mío! repuso Valentina, el suicidio es un acto impío; a no serlo, ya estaríamos los dos reunidos en la tumba,-pero Dios lo prohíbe y nos maldeciría, y nos castigaría con una separación eterna. Aceptemos pues la vida, sea cual fuere;-no tenéis en vos un pensamiento que debiera inspiraros resolución?
-¿Cuál, Valentina? Decid cuál.
-¿No os parece mi amistad?...
-¡Vuestra amistad!... mucho más es de lo que yo merezco, señora, y como me siento indigno de corresponder a ella, para nada la quiero. ¡Ah!...
Valentina... Siempre debieras estar dormida... pero aun la mujer más pura torna a su hipocresía cuando despierta... Vuestra amistad...
-¡Oh! Muy egoísta sois... ningún caso hacéis de mis remordimientos...
-Yo los respeto, señora, y por eso quiero morir.-¿Qué habéis venido a hacer aquí? Era preciso abjurar toda religión, todo escrúpulo y venir a mí para decirme: -Vive y te amaré... -O bien, debisteis quedaros en vuestro palacio, olvidarme y dejarme perecer. ¿Os he pedido yo algo por ventura? ¿He querido emponzoñar vuestra vida? ¿He mirado como cosa de juego vuestro honor, vuestros principios? ¿He implorado siquiera vuestra compasión? -¡Ah! sí; esa piedad que me manifestáis, ese impulso de humanidad que os trae aquí, esa amistad que me ofrecéis, todo eso no es más que palabras vanas que me hubieran alucinado hace un mes, cuando yo era un niño, y una mirada vuestra me hacía vivir todo un día. Ahora he vivido demasiado, conozco demasiado las pasiones para cegarme; -no emprenderé ya una inútil e insensata lucha contra mi suerte. Debéis resistirme, lo sé, y lo haréis, no lo dudo; me concederéis tal vez de cuando en cuando una palabra de estímulo y de compasión para ayudarme a sufrir, y aun os la echaréis en cara como un crimen, del que será preciso que os absuelva un sacerdote para que podáis perdonaros. Por mí será infeliz y agitada vuestra vida; vuestra alma, serena y pura hasta ahora, será en lo sucesivo borrascosa como la mía. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com