La juguetería errante (fragmento)Edmund Crispin
La juguetería errante (fragmento)

"—Erwin, ya te he dicho que no me vuelvas a mencionar eso. ¡No voy a dar conferencias! ¡Ni hablar! —Cadogan comenzó a caminar a grandes zancadas, arriba y abajo, por el césped. El señor Spode se percató tristemente de que una pequeña coronilla calva empezaba a asomar entre la densa mata de pelo oscuro del poeta—. Sencillamente no me apetece dar conferencias. Me niego a dar conferencias. No es América lo que necesito; es Poictesme, o Logres. Repito: me estoy haciendo viejo, veo que voy directo a la decrepitud. Que conste que actúo lo más reflexivamente que puedo. Solamente estoy pensando en mi futuro. Esta misma mañana, sin ir más lejos, me he sorprendido a mí mismo pagando una factura en cuanto me la pusieron delante. ¡Esto no puede continuar! En otra época me habría comido el corazón vivo de un niño por recuperar mi juventud perdida. Pero tal y como están las cosas… —se detuvo junto al señor Spode, y le dio un palmetazo en la espalda con tanto entusiasmo que el desafortunado caballero estuvo a punto de caer de bruces al suelo—, ¡creo que me iré a Oxford! —Oxford… Oh. —El señor Spode recobró momentáneamente su presencia de ánimo. Se alegraba de aquel aplazamiento temporal de las embarazosas exigencias comerciales que Cadogan le imponía—. Magnífica idea. A veces me arrepiento de haber trasladado el negocio a Londres, aunque hace ya un año de eso… Uno no puede por menos que sentir un poco de nostalgia después de haber vivido tanto tiempo en esa ciudad. —Se dio unos golpecitos complacientes en el elegante chaleco de color petunia que encorsetaba su pequeña y rolliza figura, como si aquel sentimiento de algún modo redundara en su propio crédito. "


El Poder de la Palabra
epdlp.com