Atención al cliente (fragmento)Benoît Duteurtre
Atención al cliente (fragmento)

"No podía seguir así suspendido en el vacío. Sin más dilación, me dirigí rápidamente a una tienda especializada para reemplazar el móvil. La dependienta llevaba una gorra con el logo de Cogecaphone. Me escuchó con amabilidad, pero al final de la conversación comprendí que para conseguir un modelo equivalente tendría que pagar una cantidad cuatro veces mayor; resulta que mis padres habían comprado un pack que llevaba aparejadas unas condiciones especiales que no se aplicaban en caso de sustitución. Además, si quería mantener mi número de teléfono, había que encontrar un tipo de chip, la tarjeta SIM, perteneciente a una serie que ahora mismo no estaba disponible. Si quería tener un móvil durante el viaje, más me valía suscribir un abono nuevo, con un número nuevo... Aun así, incluso llevando a cabo esta gestión con la misma compañía, debía seguir pagando durante un año el abono del teléfono perdido, según lo estipulado en el contrato. Por supuesto, los puntos de fidelidad no podían traspasarse de un contrato a otro. La extorsión era flagrante, aunque la prensa económica lo traducía elegantemente como: crecimiento de las empresas de telecomunicaciones.
De regreso a casa, enfadado, decidí contactar con el responsable. ¿Acaso Dominique Delmare no me había dado el trato de "cliente privilegiado"? Así fue como comenzó mi largo periplo -comparable a la Odisea, pero mucho menos pintoresco- cuya primera etapa se desarrolló por los vericuetos de un contestador automático. Tras marcar el número de la compañía, me pareció oír a mi interlocutor descolgar el teléfono y, lleno de un buen humor constructivo, me dispuse a decir:
-Hola, buenos días, señor, éste es mi problema...
Una voz artificial me interrumpió casi enseguida con su sonoridad nasal algo forzada, yuxtaponiendo de forma metódica las sílabas, sin ningún sentido de la entonación:
-"La-tarifa-de-esta-llamada-es-de-ochenta-y-tres-céntimos-de-euro-por-minuto. Por-favor-pulse-la-tecla-asterisco".
odio estas máquinas groseras que reemplazan a los seres humanos casi en todas partes. Está claro que la profesión de telefonista no es de las más alegres pero, en los servicios, garantiza una forma de contacto menos penosa que se ir dando palos de ciego entre voces sintéticas. "



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