El viaje (fragmento)Luigi Pirandello
El viaje (fragmento)

"Solamente la fe ciega en una compensación más allá de la vida podía permitirles soportar sin desesperación la lenta y pesada vacuidad donde se desarrollaban sus días, uno tras otro, todos idénticos, en aquel pueblo de montaña, tan silencioso que casi parecía desierto, bajo el azul intenso y ardiente del cielo, con las calles angostas, mal adoquinadas, entre las rudas casitas de piedra y cal, con los canalones de creta y las tuberías de hojalata al descubierto.
Al adentrarse hasta donde aquellas calles terminaban, la superficie ondeante de las tierras quemadas por las azufreras entristecía el panorama. Caliente el cielo, caliente la tierra, desde la cual, en el silencio inmóvil adormecido por el zumbido de los insectos, por el chirrido de algún grillo, por el canto lejano de un gallo o el aullido de un perro, se evaporaba denso, en el alumbramiento meridiano, el olor de tantas hierbas marchitas y del estiércol reseco de los establos.
En todas las casas, incluso en las pocas señoriales, faltaba agua; en los amplios patios y al principio de las calles había viejas cisternas expuestas a la gracia del cielo; pero también en invierno llovía poco. Cuando llovía era una fiesta: todas las mujeres sacaban tinas y cubos y ollas, y se quedaban en las puertas con los vestidos de barragán entre las piernas viendo el agua pluvial que fluía en torrentes por las calles empinadas, mientras la oían gorgotear en los canalones y por los tubos de las cisternas. "



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