La buena gente del campo (fragmento)Flannery O'Connor
La buena gente del campo (fragmento)

"Raras veces usaba la otra expresión porque no necesitaba retractarse a menudo de lo que decía, pero cuando lo hacía su rostro se detenía en seco, había un movimiento casi imperceptible en sus negros ojos, durante el cual parecían retroceder, y entonces quien la veía se daba cuenta de que la señora Freeman, aun cuando estaba allí, tan real como los sacos de grano apilados, estaba ausente en espíritu. Intentar comunicarse con ella cuando esto sucedía era algo de lo que la señora Hopewell ya había desistido. Podría hablar hasta morirse. Era imposible conseguir que la señora Freeman admitiera que no tenía razón en algo. Si lograban hacer que hablara, entonces decía algo como: «Bueno, no podría decir que sí ni que no». O dejaba que su mirada se posase en el último estante de la cocina, donde había un montón de botellas polvorientas, y decía: «Ya veo que no ha comío muchos de los higos que puso en conserva el verano pasao».
Se ocupaban de los asuntos de mayor importancia en la cocina durante el desayuno. Todas las mañanas, la señora Hopewell se levantaba a las siete, encendía su calentador de gas y el de Joy. Joy era su hija, una muchacha rubia y recia que tenía una pierna artificial. La señora Hopewell la consideraba una niña, aun cuando ya tenía treinta y dos años, y muy culta. Joy se levantaba cuando su madre estaba comiendo, caminaba pesadamente hacia el lavabo y daba un portazo, y al poco tiempo aparecía la señora Freeman por la puerta trasera. Joy oía a su madre decir: «Entre»; luego conversaban un rato entre susurros y desde el lavabo era imposible distinguir sus voces. "



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