Buñuel, Dreyer, Welles (fragmento)André Bazin
Buñuel, Dreyer, Welles (fragmento)

"La experiencia radiofónica de Orson Welles es quizá tan decisiva para su obra cinematográfica como la teatral. El hecho de recordarla es, pues, más que una anécdota. No obstante, como es aún más famosa que sus éxitos dramáticos y, sobre todo, más conocida, nos permitiremos relatarla brevemente. De cualquier forma, se suele ignorar hasta qué punto la increíble aventura de la invasión imaginaria de Nueva Jersey por los marcianos había sido impremeditada.
Desde la época del Federal Theatre, Welles era una de las estrellas de la cadena CBS (Columbia Broadcasting System), donde progresivamente actuaba con mayor libertad. A partir de 1938 dirigía una emisión semanal en la que participaba su grupo teatral, "El Mercury Theatre en antena", emisión que presentaba cada vez, con Welles como coordinador, una adaptación de una obra clásica. Tras La isla del tesoro, Jane Eyre, El hombre que fue jueves, Julio César, La vuelta al mundo en 80 días, y otras emisiones sobre temas no demasiado impactantes, Welles tuvo la idea de poner en antena una obra de "ciencia ficción", como diríamos hoy. Pensó primero en libros tales como La nube púrpura de Shiel y El mundo perdido de Conan Doyle, antes de fijarse en La guerra de los mundos de su casi homónimo H.G. Wells.
Hasta el extremo el argumento decepcionó a los adaptadores, que el programa estuvo a punto de no ser emitido. Encontraban estas historias de marcianos completamente idiotas. Pero Orson dirigía los ensayos de Danton, debía hacer frente a su contrato radiofónico y no podía permitirse el lujo de sustituir in extremis su programa. El 29 de octubre de 1938, desesperado por la mediocridad de los registros realizados en los ensayos, Welles piensa con sus amigos del Mercury Theatre que el único medio de hacer la historia más viva es acentuar el realismo de los sucesos actualizándolos, y pasa toda una noche retocando la adaptación, infundiéndole un carácter de autenticidad, mediante la localización de la acción en diversos puntos de América. Aun así el resultado no le parece demasiado brillante y éste es también el parecer de todos los que oyen el último ensayo, actores o técnicos. Pero ya es demasiado tarde para mejorarlo.
El resto es de sobra conocido y si el acontecimiento no hubiera dejado pruebas objetivas y no hubiera sido motivo de rigurosos estudios científicos, nos costaría mucho creer hoy en su existencia y, por supuesto, en su magnitud. Este extraordinario fenómeno de paranoia colectiva a escala nacional se nos antojaría desmesuradamente hinchado por la publicidad o la leyenda wellesiana. Pero los hechos están ahí. Bastó que un locutor anónimo anunciase durante la emisión, como noticia de última hora, el aterrizaje de marcianos en Nueva Jersey, que después se sucedieran comunicados similares al respecto e, incluso, un discurso "dramático" del Ministro del Interior, más tarde otro del propio presidente, confirmando y agravando la noticia, para que miles, centenares de miles, millones de radioyentes creyesen en el fin del mundo. "



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