A Cristo crucificado "De cuatro aceradas puntas con cruda violencia roto, vierte el divino cadáver cuatro sangrientos arroyos. Bárbara impiedad le ciñe de espinas diadema tosco en que le añade al tormento nuevas puntas el oprobio. En la esfera de su frente la infame nube de abrojos palideces de su bulto inunda en licores rojos. ¡Oh coronas! ¡Oh laureles! Venid a aprender el modo de halagar como apreciables hiriendo como injuriosos. ¿Es éste, es éste el semblante en quien los ángeles todos, con temblor reverentes, fijan los sedientos ojos? ¿Éste, a cuyos sacros rayos el serafín respetoso en las abrasadas plumas oculta trémulo el rostro? ¿Cómo, gran Sol de justicia, sufres que en vuelo afrentoso los vapores de la culpa suban a empañar tu solio? Pero quieres que deshechos esos infieles estorbos, subiendo a tu luz injuria, bajen piedad a mi polvo; Que mal el velo purpúreo cela su oculto tesoro, pues si le emboza en afrentas le descubren los embozos. ¿Cómo, a pesar del tormento, se ostenta el sagrado rostro más divino en lo paciente que antes se mostró en lo hermoso? Vuelto hacia la tierra espera, que al hombre, a sus voces sordo, como enamorado busca y busca como piadoso. La sangre que sobra al pecho ofrece inclinado el rostro, que al amor sobran piedades si falta crueldad al odio. Desnudo el sagrado cuerpo, sufre que el rencor rabioso con dura irrisión le labre nuevas cruces de sus ojos. Ya de la ofrecida tierra el racimo misterioso, exploradores robados muestran de la cruz los hombros. La cándida vestidura, teñida en el sacro mosto, se queja de que ha pisado el duro lagar él solo. Yo veo que mis errores, cuando a decirlos me postro, a la voz de confesarlos eco responde piadoso. " epdlp.com |