La luz prodigiosa (fragmento)Fernando Marías
La luz prodigiosa (fragmento)

"Ese era mi trabajo en julio de 1936. Mucho tiempo después oí que en otras partes el principio de la guerra se notó menos, que fue más suave. Pero aquí, en Granada, sí se notó, y mucho. Todo el mundo andaba como loco, con miedo. Me quedé a dormir los primeros días en casa de Claudio, por lo que pudiera pasar. Y durante el día, en el trabajo, iba con mil ojos. Esas carreteras pequeñas y casi siempre desiertas no resultaban el sitio más seguro. En el momento más inesperado podías encontrarte con cualquier sorpresa. Pero como siempre he sido un poco irresponsable y la paga diaria me hacía falta para comer, seguía trabajando. Además, después de los primeros días la cosa pareció tranquilizarse. No sé si es que se había calmado de verdad o es que los hombres nos acostumbramos a todo lo que nos echen, por malo que sea. Y también hay que tener en cuenta que Claudio, que tenía un cuñado teniente de la Guardia Civil y no quería renunciar al negocio, no sólo me libró de ir a filas inventando no sé qué cosa de una invalidez, sino que me agenció un pase que me permitía ir más o menos tranquilo. Aunque es un decir, porque, a pesar de que sabía que a mí no iba a pasarme nada, andaba con el corazón en un puño. Y se terminó lo de disfrutar en la carretera de las primeras luces del día. Ahora era normal ver a las patrullas del amanecer con los detenidos camino del último paseo. No era raro que, al poco de cruzarme con ellos, se oyesen los tiros. El eco los repetía unas cuantas veces, cada vez más apagadas y lejanas... Luego se volvía a hacer el silencio, pero era un silencio distinto. Hasta unos días antes suponía tranquilidad y paz. Ahora sobrecogía.
Llevaría la guerra un mes cuando un día se cruzó un cadáver en mi camino.
Era muy primera hora de la mañana. El sol empezaba a salir por el horizonte, empezaban a brillar los colores del campo. Vi el cadáver al enfilar un tramo recto tras salir de una curva cerrada. Estaba a unos doscientos metros. Al principio sólo distinguí un bulto raro con manchas de color blanco, rojo y negro junto al camino, pero a medida que iba acercándome se reconocía la figura de un hombre en el suelo y cobraban sentido las manchas de color. Su ropa era blanca, pero estaba teñida de sangre en el pecho y en el hombro izquierdo.
¿Y eso qué importa?"



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