Huellas en la tierra (fragmento) "Mientras revolvía el fuego con las tenazas, la Rosa, sin mirar a su padre, y como saliendo de una zambullida en el silencio, habló: -¿Sabe, taita, a quién vi pasar hoy en la tarde? Dio don Rica una larga chupada, que hizo carraspear el mate, y después de golpearlo suavemente en la rodilla, interrogó con desgano: -¿A quién? -A Juancho. Lo divisé a eso de l´oración. Iba p´abajo con otro tipo mal´agestao. Pasó mirando p´aentro. Los ojos obscuros del viejo, en los que aún vibraba un destello de juventud rezagada, relampaguearon, en tanto que su voz adquiría un tono de sombría amenaza al responder: -Ganas tendrá´e venir a metese aquí otra vez. Pero Dios lo libre, porque entonces va´saber quién soy yo. Callaron los dos. El mate repitió varias veces el trayecto entre las manos de ambos, hasta que el viejo dijo, al devolverlo: -Ta güeno, hija. Rosa lo llenó una vez más, sin ponerle azúcar, y lo dejó en la boca de la tetera "pa que s´endulzara". Después se dirigió a la puerta que daba al camino y, al asegurarse de que la tranca estaba firme, pasó a la otra pieza y, ya cerca del lecho humilde, comenzó a desvestirse. Quedóse el viejo junto al fuego, con la vista clavada en los carbones que empezaban a desteñirse bajo la ceniza. Las palabras de Rosa habíanle traído a la memoria el recuerdo del hijo ausente. Lo veía, primero, en la infancia, correteando por toda la casa y enredando en el viento su alegría de pájaro. Después, ya más crecido, cuando empezó a mostrar su carácter pendenciero y poco amigo del trabajo. " epdlp.com |