Ofrenda a una Virgen Loca (fragmento)Rosa Chacel
Ofrenda a una Virgen Loca (fragmento)

"Cruzaron el bosque, pero sin adentrarse en él. Iban escondiéndose entre las matas, sin mirar hacia la espesura, sin ceder a la llamada de aquel verde musgoso, mirando hacia el lado en que la falda de la colina baja hasta el caserío y el camino. Empezaron a ver algunas casas de mineros, miserables. Sabían de siempre que eran miserables, pero la hora, la luz, que era ya limpia sobre los techos húmedos, las chimeneas que empezaban a husmear, todo parecía tener una belleza, una dulzura adormecedora.
Arturo la llevaba cogida por el brazo y tiraba de ella hacia el bosque. Aurora negaba con la cabeza: no querían mirarse. Arturo, dijo, al fin: -¿Por qué no?, y pudo dar a su acento tanto de persuasión como de perseverancia. Dijo ¿por qué no?, solamente, pero con ello decía al mismo tiempo: -Eso no cambiará nada. Dijo infinitas cosas, diciendo solamente: -¿Por qué no?, y Aurora cedió, porque, en realidad, no había un por qué y, además, porque él la arrastró y se precipitó con ella entre los helechos.
Los dos sabían que el impulso de momentos antes se había roto, pero confiaban en que volvería a renacer, y guardaban silencio como si esperasen oírlo venir, más bien, como si atendiesen a las voces que podían conjurarlo. No se confesaban el temor de haberlo perdido ni la dificultad con que cada uno lo buscaba en su fondo. Cada uno sabía que si dejaba entrever su dificultad, quedaba en el acto convertido en culpable: el otro, al verle desfallecer, se sentiría lleno de fuerzas, negaría que a él le hubiesen faltado un solo instante; esto lo sabían los dos y callaban. Abrazados, con las mejillas juntas, esperaban la transformación de la laxitud en furor y, para acelerarla, consideraban el bienestar, el placer infinito de aquel momento, que era lo que les negaban. "



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