Los dâias en la isla (fragmento)Antonio Colinas
Los dâias en la isla (fragmento)

"Me doy cuenta de que el mar no ha sido protagonista de ninguna de estas páginas. El mar que nos rodea (y del que recibimos tan grande sensación de libertad) se aleja de la memoria en estos días de invierno. El alejamiento es doble para los que vivimos en el interior de la isla y no tenemos la dicha de contemplarlo a diario, de verlo en cada jornada cambiante y agitado. Durante mis primeros días en la isla tenía siempre presente, frente a mi balcón, esa presencia del mar. El placer y la sorpresa de contemplarlo nacían de cuanto acabo de decir. El mar -aunque a algunos les parezca lo contrario- produce en mí una gran sensación de libertad y sorprende con los continuos cambios de luces y oleajes.
De la misma manera que el microcosmo de la casa payesa explica muchos de los dones y virtudes del ser de los ibicencos -su desmesurado afán de independencia y de respeto, su admirable pasividad, su indomable autonomía- el mar es el que proporciona a la isla sus características esenciales. Siempre he dicho que las virtudes de vivir en una isla responden a los defectos que la misma tiene. Es decir, del aislamiento nacen los placeres y los problemas que la isla nos concede. El hecho de la insularidad crea una brusca ruptura en todas las vivencias -especialmente para los que no son isleños-, pero, a la vez, la insularidad proporciona -¿hasta cuándo?- un ritmo y una calidad de vida que ya no se dan en tierra firme: el ritmo de que el tiempo es como más largo y descomprometido. "



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