Las llaves de Francia (fragmento)Mario Delgado Aparaín
Las llaves de Francia (fragmento)

"Totó observó la escena en silencio, aturdido por el irrefrenable impulso de saludar al desconocido, pero no tuvo tiempo. Apurado por el arma del viejo, el recién llegado observó una vez más lo que pendía del clavo y a continuación se fijó, por única vez en su vida, en el desconocido hijo Totó.
Nada ocurrió entre ellos, ni tampoco hubo palabras. Finalmente el hombre les dio la espalda para desaparecer en el mismo caballo en que había llegado, un zaino desagradable a causa de un ojo hundido por un accidente sin explicación.
-¡Usted es un viejo de mierda, abuelo!... Si ese hombre era mi padre, por lo menos debió darle la oportunidad de hablar...
-Totó, esta es nuestra última conversación en la vida. De ese que vino y que se fue no te hablé nunca, ni tampoco lo haré ahora...
Te llegó la hora, nos estamos despidiendo...
Totó, un nieto ni lejano de la juventud ni próximo a la vejez, volvió a experimentar aquello de las venas resentidas. El síntoma era el oscuro obstáculo que le impedía negarse a cualquier cosa que dijese el abuelo. Podría ordenarle matar a alguien o que muriese allí mismo o que se fuera al fin del mundo que él, Totó Lelong, no tendría fuerzas o elementos para emitir una de esas negativas de los hombres que saben lo que quieren.
Lo que el viejo le ordenó fue precisamente abandonar Mosquitos e irse al fin del mundo.
-Vas a cruzar nuevamente el océano como lo hicimos aquella vez y recuperarás la panadería...
-¿Qué vez?... ¿Qué panadería?
Entonces el viejo Octavio repitió aquello de vaciar la bolsa de estómago de cabra sobre la mesa y le dio las cartas y las llaves, guardándose para sí aquella fotografía del "cowboy" Willard victorioso en La Habana sobre el desprevenido Jack Dempsey.
-¿Quién conoce al cowboy Willard?-, preguntó el viejo Octavio, tal como había preguntado un millón de veces a lo largo de los años toda vez que un imprevisto ratón derrumbaba una montaña.
Y a continuación sobrevino lo de las venas resentidas y lo de las fantasmagorías, le siguió poco después la muerte de Hypólita y, casi enseguida, la del viejo Octavio y el viaje de Totó al fin del mundo. "



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