Bertillón 166 (fragmento)José Soler Puig
Bertillón 166 (fragmento)

"Se calló un instante, pensativo, con una mano en el ala del sombrero. El sastre lo miraba con los ojos medio cerrados. El desconocido agregó:
-Esta voz que tengo no es mi voz. Esta me la pusieron ellos, a golpes, porque les dio la gana.
La mujer iba a decir algo, pero se quedó callada. En la puerta de la calle sonaron cuatro golpes violentos, brutales, como dados con culatas de armas largas. Ella se quedó inmóvil, con el espanto en la cara. El sastre seguía con los ojos fijos en el visitante.
-El vecino chivato- dijo la mujer, temblorosa, señalando la pared lateral-. El teléfono.
El desconocido se puso de pie. La mujer lo miraba con ojos desorbitados. Nuevos golpes en la puerta.
-¡Abran!
-Ustedes no tienen nada que temer -murmuró el hombre extraño-. No tengan miedo.
-El patio -susurró la mujer-. ¡Huya por el patio!
-¡Si no abren, tumbamos la puerta!
-No tengo por qué huir -dijo el desconocido; lucía sereno y hasta sonreía-. Voy a salir.
Se llevó las manos al sombrero. Caminó hasta la puerta, la abrió y salió a la calle.
La brisa fría se metió en la salita. Por unos minutos, hubo silencio; luego, afuera, resonó una risotada.
El sastre se estremeció y se puso en pie.
-Es un chivato -dijo, muy bajito.
La mujer dio un gritico, se levantó de su asiento y, como enloquecida, se agarró frenéticamente de los hombros del marido.
Entró un soldado con una ametralladora en la mano. Por sobre sus hombros apareció la cara risueña, burlona, del hombre del sombrerito. "



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