El idealismo contemporáneo (fragmento)Léon Brunschvicg
El idealismo contemporáneo (fragmento)

"La mera posibilidad de comparación es suficiente para disipar el espectro de la voluntad pura, que sólo debe quererse a sí misma. Sin duda, la libertad es la condición de la vida moral, pero no su objetivo final; en vano agotaría las posibilidades de rehacerse en cualquier perspectiva, habiendo traspasado cualquier patrón o determinación que conserve su integridad con absoluta indiferencia; prisionera de esta indiferencia, la libertad de acción devendría en impotencia. Pero si el hombre es en sí mismo y persigue una meta, ha de obedecer a una idea o sentimiento. El día que la naturaleza de este objeto sea determinada, se juzgará el valor del pensamiento o sentimiento en cuestión, comenzando la vida moral del hombre.
La pregunta que surge es la siguiente: si las causas naturales más relevantes son las que no se analizan y ni siquiera se conocen directamente, son éstas las que han de prevalecer en nosotros? ¿Debemos abandonarnos a nuestra naturaleza, rendirnos a impulsos y tendencias oscuras e irreflexivas? O, presentada en estos términos, la cuestión es tan específica que no resulta imposible de resolver. No es que pretendamos discutir acerca de la validez del sentimiento sin caer en un contrasentido.
Frente a cualquier hipótesis, vamos a restablecer la supremacía de la razón para refutar con convicción cualquier posible error. Confiar ciegamente en el sentimiento es una manera de abocarnos a la derrota. Todo lo que pedimos a aquéllos que apoyan la superioridad del sentimiento –todos tienen derecho a esta demanda- es que acepten que las consecuencias de su doctrina están abanderadas por su propia creencia. El hombre es impulsado por la fuerza de sus sentimientos; de donde se colige que todos los sentimientos son buenos, simplemente porque son sentimientos, indistintamente. En este punto hemos de retomar la cuestión. Renunciamos a la justificación de esta elección desde el preciso momento en que la profundidad del sentimiento se opone a la superficialidad de la inteligencia. Buenos o malos todos los motivos alegados por la inteligencia resultan vanos; el poder real y decisorio pertenece al sentimiento. La determinación se debe a un conflicto de sentimientos. ¿No han de ser abordadas todas las determinaciones desde un mismo plano? ¿Cuáles son las bases sobre las que estableceríamos una jerarquía? ¿Con qué derecho recriminaríamos o concederíamos las mismas? ¿Dónde hallar un criterio con sentido? “Ama y haz lo que quieras”, o mejor aún: “Siente y actúa como tú consideres”. Dada la proliferación de tal actividad, el hombre sufre sus sentimientos y la vida moral desaparece. "



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