El matemático del Rey (fragmento)Juan Carlos Arce
El matemático del Rey (fragmento)

"Después de sostener dos barreños llenos de agua que le colgaron en los brazos sin mediar palabra, después de vaciarlos sobre unas briznas que amenazaban con prender de nuevo, se retiró Obelar al hueco que entre dos tapias daba abrigo a seis o siete vecinos que entonces llegaban a la calle y vio allí, recortada entre los brillantes reflejos rojos y amarillos de la lumbre, la dulce cara de Isabela, que era la mujer que más quería y que era, para su desconsuelo, la mujer de otro, la mujer de un juez viejo cargado de espaldas y de gravedad. Ambos se miraron sin decir palabra, enmudecidos por la presencia de un hombre, a la vez marido y juez, rico y motilón, con quien ella había hecho bodas años antes. Isabela y Obelar mantuvieron sus miradas y él vio en los ojos de ella, más claramente que nunca, la serena belleza de una mujer que también le amaba.
Cuando empezaron a volver a sus casas los vecinos, aliviados por dejar humo sólo donde había antes llamas, Obelar miró a Isabela, que se alejaba caminando al lado del juez, sin volver la cara, sin decirle adiós. Y allí mismo, entre el amortiguado calor de los rescoldos, supo Obelar que nada de este mundo los separaría nunca. Volvió él también sus pasos, mirando al suelo y lamentando ya, más que el incendio y el riesgo de su vida, la desgracia de ver a Isabela al lado del hombre con quien un mal día la casó su padre, entregándola, como en negocio, a un juez de treinta años más que ella, desoyendo las súplicas de su hija, que pedía un marido al que quisiera. Una petición que, según la opinión de su padre, no era más que un deseo de juventud que le pareció de menos provecho que asegurarle a su hija la renta y el prestigio de estar casada con un juez. De aquellas bodas frías, por contrato y obligadas, vino luego un niño que, según pensó Obelar, había cumplido ya los cuatro años. Apretó entonces los puños el matemático curioso y lamentó la mala fortuna de amar a una mujer a la que había conocido muy tarde, demasiado tarde para borrarle el matrimonio y la maternidad. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com