El cautivo (fragmento)Jesús Sánchez Adalid
El cautivo (fragmento)

"El domingo muy de mañana me levanté impaciente por ir a conocer la ciudad. Mi jefe se despertó quejumbroso a causa del vino de la noche y me dijo que se quedaría reposando; así que me dio permiso para ir a mi aire a vagar por ahí.
Salí a la calle y me topé con la luz intensa de la que decían ser «ciudad de sabiduría» y «maravilla del mundo». De momento agradecí el silencio que reinaba en las calles y el aire limpio. Como era domingo, no había mercado y la gente descansaba en sus casas o salía de los conventos e iglesias de oír misa. De vez en cuando, aquí o allá, alguna campana anunciaba el oficio religioso y rompía la quietud solemne de la mañana. Andaba yo al principio muy rápido, como queriendo aprehender todo con ansiedad; pero luego reparé en que no tenía prisa alguna pues nadie me esperaba, perteneciéndome todo el día. Entonces caminé con más sosiego, recreándome en los bellos rincones; contemplando las sobrias fachadas de los caserones y los elegantes adornos; tejadillos, limpias piedras de cantería, rejas y cancelas. Una especie de fuerza irresistible me conducía hacia el corazón de la ciudad, surgiéndome a cada paso en su recinto íntimo y bello. De repente me topaba con una pared encalada que lanzaba destellos de blanca luminosidad, o pasaba junto a las más inverosímiles macetas donde crecían claveles, rosas, alhelíes, jazmines... Las callejas me transportaban a un intrincado y complejo mundo de arcos, esquinas y retorteros sin fin, por donde me perdí llevado por mi deambular sin rumbo fijo.
Llegué hasta el templo principal de la ciudad; la catedral, que es un edificio insigne, merecedor de toda alabanza. Fue construido, dicen, por los moros, para ser su mezquita, que es el sitio donde suelen rezar ellos; pero quisieron luego los reyes cristianos convertirlo en iglesia y es hoy sede del obispo de Córdoba. Se entra en el edificio por doce puertas protegidas de latón. Una vez dentro, se atraviesa como un bosque de columnas de mármol de gran altura, dispuesto por los arquitectos de tan ordenada manera que, se mire donde se mire, la vista alcanza una profundidad majestuosa. Hay también una capilla obrada por todas partes, donde descansan sepultados los cuerpos de los reyes, y otra capilla de mármol con mosaicos resplandecientes. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com