Tierra de murmullos (fragmento)Gerald Durrell
Tierra de murmullos (fragmento)

"Buscando la elefantería, recorrimos gran parte de la península y el pájaro que más vimos fue, sin duda, la martineta, una especie de tinamú. Es un ave pequeña y rolliza, parecida a la perdiz, del tamaño de un gallo bantam. Su plumaje es un rico atavío de marrones otoñales, salpicados y veteados de dorados, amarillos y cremas en un precioso e intrincado dibujo. Tiene las mejillas de un crema pálido, con dos rayas negras que se destacan sobre el fondo, una que va desde el rabillo del ojo hasta el cuello y la otra desde el borde del pico hasta el cuello. En la cabeza tiene una cresta alargada de plumas oscuras, que se curva como una media luna sobre su cabeza. Tiene los ojos grandes y oscuros, y un aire general de histeria inocente.
Se veían martinetas por todas partes a lo largo de las rugosas carreteras, en grupitos de cinco o diez. Ridículamente mansas, se quedaban en medio de la carretera mirando con los ojos muy abiertos cómo se acercaba el Land Rover, sacudiendo la cabeza de modo que sus tontas crestas se agitaban y ondeaban, y no se molestaban en apartarse hasta que no frenabas a unos pocos pies de ellas y tocabas la bocina. Entonces, estirando el cuello y manteniendo la cabeza baja como si buscasen algo perdido en el suelo, escapaban a la maleza. Eran de lo más reacias a volar, y para obligarlas, tenías que perseguirlas a través de las matas, a lo largo de distancias considerables. Cuando pensaban que te acercabas demasiado, se lanzaban al cielo con aire de desesperación.
Era un vuelo curioso, laborioso, como el del pájaro que nunca ha aprendido a usar las alas como es debido. Daban cuatro o cinco aletazos fuertes, se deslizaban en el aire hasta que sus cuerpos regordetes las arrastraban casi hasta el suelo otra vez, y luego, con otra serie de alocados aletazos, se deslizaban un poco más allá. Mientras volaban, el viento que pasaba entre sus plumas producía un sonido curiosamente quejumbroso, que subía y bajaba como el de una flauta conforme aleteaban y planeaban. Su afición a estar en mitad de la carretera se debía al hecho, creo yo, de que sólo en esas superficies de tierra desnuda podían construir sus mejores baños de polvo. En algunos sitios habían hecho unos hoyos bastante grandes en la tierra roja, y se podía ver a tres o cuatro de ellas esperando pacientemente su turno, mientras un miembro de la bandada rodaba y pataleaba absurdamente en el baño agitando las alas para echarse el polvo sobre el cuerpo. "



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