El proceso de la civilización (fragmento)Norbert Elias
El proceso de la civilización (fragmento)

"Podríamos sentirnos inclinados a atribuir la fe en el progreso de la sociología europea a la fe de los siglos anteriores al xx, especialmente a la fe en los progresos de la ciencia y de la técnica. Pero ésta es una explicación insuficiente. La verdad es que la experiencia del progreso científico y técnico no da motivo alguno para proceder a su idealización, para sostener la creencia de que habrá una mejora continuada de la condición humana, como podemos ver hoy claramente en el siglo xx. La velocidad y la dimensión reales del progreso de la ciencia y de la técnica en nuestro siglo superan considerablemente la velocidad y la dimensión del progreso en los siglos anteriores. Asimismo, el nivel de vida de las masas de la población en los países de la primera oleada industrializadora, es muy superior en el siglo xx al de los siglos anteriores. La salud pública ha mejorado y la esperanza de vida se ha prolongado. Pero en el coro general de la época se han debilitado considerablemente, por relación a los siglos anteriores, las voces de quienes afirman el progreso como algo valioso, de quienes ven el núcleo de su ideal social en la mejora de la condición de los hombres y de los que esperan confiados en un futuro mejor de la humanidad. Asciende en cambio, y acabará siendo predominante, el otro medio coro, el de las voces de quienes dudan del valor de esta evolución, de quienes no tienen una confianza especial en el futuro mejor de la humanidad o en el de la propia nación y cuya fe social central, por el contrario, se concentra en el presente, en la conservación y mantenimiento de la propia nación, en la idealización de su forma social existente o, también, de su pasado, de sus tradiciones y del orden que le ha venido dado a lo largo de la historia. En los siglos anteriores en los que los progresos reales eran claramente visibles, aunque todavía fueran lentos y relativos, la idea de un progreso posterior, futuro, tenía el carácter de un ideal por el que luchaban sus partidarios y que, como ideal, poseía un gran valor para ellos. En el siglo xx, en cambio, en el que el progreso real en las ciencias, en la técnica, en la salud pública, en el nivel de vida y, no menos importante, en la disminución de las desigualdades entre los seres humanos ha superado en velocidad y alcance en las antiguas naciones industrializadas al progreso de los siglos anteriores, este progreso es, sin duda, un hecho pero, para muchas personas ha dejado de ser un ideal. Aumenta la cantidad de voces que dudan del valor de todos estos progresos reales.
Las razones que justifican esta inversión de sentido son muchas y no es preciso que consideremos todas. La permanencia de las guerras, el peligro perpetuo de conflicto bélico, la amenaza de las armas atómicas y de las nuevas armas científicas, contribuyen, sin duda, a mantener esa coincidencia entre el aumento de velocidad del progreso especialmente en la esfera científica y técnica, y la disminución de confianza en el progreso en general.
No obstante, los graves trastornos producidos por las guerras y otros fenómenos similares no son suficientes para explicar el desprecio con el que el hombre del siglo xx habla de la «fe simple en el progreso» de los siglos anteriores o de su idea de un desarrollo progresivo de la sociedad humana y tampoco explica la ceguera de los científicos sociales con relación a los problemas de los procesos sociales a largo plazo, o la casi completa desaparición del concepto de evolución social de los manuales de sociología. Es decir, no pueden explicar estos y otros síntomas de las oscilaciones del péndulo intelectual. Para hacerlo hay que recurrir, al mismo tiempo, a los cambios específicos en la estructura general nacional y a la posición internacional de las grandes naciones industriales de los siglos XIX y XX. "



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