Los vigilantes (fragmento)Diamela Eltit
Los vigilantes (fragmento)

"Durante toda la noche mi corazón me ha hostilizado sin cesar. A lo largo de estas horas, me he sentido disminuida, atacada por un cansancio verdaderamente perturbador. Prisionera de distintas angustias, aún en la más leve, hube de ansiar una pronta muerte. Pero no podía adivinar que me esperaban más castigos, los que se manifestaron en algunos fugaces sueños de mutilaciones. En mis breves sueños, un cuerpo destrozado descansaba entre mis manos. Ah, imagínate, yo era la causante de esa muerte y, sin embargo, no sabía cuál destino correspondía dar a los restos. No sé cómo sobrevivo a ese sueño en donde me vi, maravillada, sosteniendo a unos despojos mutilados de los cuales yo era responsable. Mi corazón me ha humillado toda la noche. El corazón late, late, late, pero el mío fue, en esta noche, irregular. Latió con una desarmonía espantosa. Mi corazón se ha comportado de una manera tan hiriente que no estoy en condiciones de responder a las preguntas que me haces.
Sé que esta mala noche se la debo a mi vecina. Mi vecina me vigila y vigila a tu hijo. Ha dejado de lado a su propia familia y ahora se dedica únicamente a espiar todos mis movimientos. Es una mujer absurda cuyo rencor la ha sobrepasado para quedar librada a la fuerza de su envidia. Mi vecina sólo parece animarse cuando me ve caminar por las calles en busca de alimentos. Me enfrento entonces a sus ojos que me siguen descaradamente desde su ventana, con un matiz de malicia en el que puedo adivinar los peores pensamientos. Sale después hacia afuera y hasta sería posible asegurar que algunas veces me ha seguido. Tú sabes que poseo un fino sentido cuando me siento acechada.
Podría testificar que ella ha ido tras mis pasos en mi único recorrido a través de la ciudad. Ahora sé que mi vecina, a pesar del frío, va de casa en casa y estoy cierta de que soy el motivo de sus viajes y la razón de sus conversaciones. Su mirada es definitivamente tendenciosa y puedo prever cómo el mal se desliza por mi espalda, se despeña por mi espalda dejándome arañada por crueles difamaciones. Ah, no entiendo desde cuál de sus incontables odios ha escogido hacer de mí su contendiente.
Sabes pues que soy vigilada por mi propia vecina. Las preguntas que me haces, sólo duplican en mí la vigilancia. El que tu hijo no asista a la escuela no augura que habitemos de una manera indecorosa. Te advertí que este momento llegaría. Si tú no lo detuviste, ¿por qué pues debo entonces obedecer tus órdenes? Permanecemos, nos quedamos por tu voluntad en una ciudad que enloquece de manera progresiva. Mi vecina me vigila y vigila a tu hijo y cuando anochece puedo escuchar su llanto desesperado. Llora porque su vida occidental se le ha dado vuelta, porque el frío se ha dado vuelta y, por su contagio, esta noche hasta mi corazón se ha sublevado.
Tu hijo y yo pasamos este tiempo comprometidos en un ritmo que no merece el menor reproche y no veo por qué habría de hacerte una cuenta detallada de cómo pasamos el día. Pero, en fin, has de saber que nuestras horas transcurren burlando el frío, que está alcanzando un cuerpo realmente monstruoso. Tu hijo lo esquiva ejecutando sus juegos y lo soslaya con el fragor de sus estruendosas carcajadas. Yo velo el día y vigilo el paso de la noche. Pero ¿cómo hacerte comprender que mi vecina me fustiga de manera vergonzosa? Deja pues de abrumarme con argumentos que no tienen el menor asidero. "



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