El pájaro espectador (fragmento)Wallace Stegner
El pájaro espectador (fragmento)

"A muchísima gente Ruth le parece una monada de mujer: pequeña, animosa, culta, brillante, que se interesa por las personas, que sabe escuchar y es una máquina de charlar. Hay muchos que pasan por alto la misionera presbiteriana que lleva dentro, otros no llegan a ver a la chavala del Ejército de Salvación y la mayoría nunca ha visto a la arpía. Todos conocen su amabilidad y la cercanía que siempre siente ante cualquier clase de desgracia o cabezonería humana, pero incluso a Ben Alexander le costó un par de años como médico personal suyo el comprender la tensión angustiosa que la mantiene firme y amenaza a la vez con hacerle perder el equilibrio. Y nadie más que yo conoce a esa niña de seis años que está sepultada en su interior, tan imposible de erradicar como el molesto adolescente sepultado en mi interior. Cuéntame una historia, papi. Cuéntame lo de cuando eras un adolescente de unos cincuenta años. Cuéntame lo de Dinamarca, donde tan triste estuviste.
Ruth estaba ya en la cama, sin libro alguno, cuando entré en la habitación después de bajar los termostatos y apagar las luces. La tormenta había acabado disipándose durante la tarde, pero el canalón atascado seguía goteando a través de lo que fuera que lo mantenía atascado y había unas gotas gruesas que golpeaban regularmente contra la lata vuelta que había debajo. Así que me hizo salir y embutir una bayeta en el conducto para ahogar el ruido y, cuando regresé, ella estaba más que dispuesta:
-Bueno -dijo-. ¿Por dónde íbamos?
Una buena pregunta.
Me instalé en la silla y abrí el segundo cuaderno y busqué donde lo habíamos dejado la noche antes.
-Ya te dije que soy un diarista muy holgazán -le dije-. Aquí, en diez páginas, no hay nada más que citas de hombres sabios.
-Léelas. ¿No es importante saber en qué andabas pensando?
-¿Tú crees? Aquí y ahora me parece bastante sombrío.
-No importa.
-Muy bien. Aquí tenemos a Tucídides: "Habiendo hecho todo lo que los hombres podían, sufrieron lo que los hombres deben sufrir".
-Me parece que no... -dijo dubitativa.
-Habiendo vivido tanto como pudieron, murieron. Habiendo luchado tanto tiempo como pudieron, fueron asesinados. Deberíamos hacer que grabaran todo eso en nuestras lápidas. Puede que te guste más esta otra. Es de Marco Aurelio:
En cuanto a tu vida, considera lo que es: un viento, no un viento constante, sin embargo, sino que a cada momento en una hora se suelta y vuelve a absorberse... Y también, qué es morir, y cómo si un hombre ha de considerar esto sólo por sí mismo, morir, y separarlo en su mente de todas esas cosas con las que normalmente se nos representa, no puede conseguirlo de otra manera que como obra de la naturaleza, y quien teme a cualquier obra de la naturaleza es un verdadero niño... ¿Qué sois vosotros, exceptuada esa parte mejor y divina, sino como bien dijo Epícteto, un alma desdichada, destinada a transportar un cadáver arriba y abajo?
Pasé la página y levanté la vista. Ruth me miraba frunciendo el ceño. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com