Ella, Drácula (fragmento)Javier García Sánchez
Ella, Drácula (fragmento)

"Pero en su demencial búsqueda de la gloria en las Tinieblas, desconocedora de qué significaban la moral o el pecado, también ella cometió errores. Errores puntuales, mínimos, que a la postre lo único que hicieron fue cortar bruscamente la desgracia que llevaba a cuantos lugares alcanzase su poder, que era mucho. Los cometió, por suerte, precisamente por su empeño en vulnerar cualquier precepto ético adoptado por el género humano desde que éste existe. Por ejemplo, profanar a los muertos. Así, ahondó en su propia superación del pecado, buscando siempre uno mayor y más inmencionable. Ése fue su gran pecado.
Si su tía Klara obró como obró, inducida por los rigores del sexo cuando éste se torna enfermedad, y sus antepasados y familiares aún vivos, como su primo Segismundo, lo hicieron por algo tan humano como detestable que simbolizaba el afán de poder, ella, la hija del trueno, no dio síntomas de hacerlo ni por lo primero ni por lo segundo. Sus orgías fueron depurándose en perfidia y voluntad de causar daño físico, sin otra razón aparente que las justificase. Es dudoso que lo obtenido en ellas, piensa Pirgist, fuese únicamente placer sexual, aunque sin duda también lo obtendría de vez en cuando, sobre todo en la primera época. De eso apenas nada puede saberse, pues ella sería la única testigo. En cuanto a sus víctimas, todas murieron. Quizá haya que aguardar a estar en el cielo para que lo cuenten, sigue razonando Pirgist.
Y en cuanto al poder, ¿de qué le servía a Erzsébet todo su supuesto poder si lo empleaba prácticamente en soledad, a lo sumo rodeada de su fiel círculo de secuaces, que permanecían a su lado como animales de compañía, y con los que realmente no podía compartir nada? Quien tiende a aspirar al poder lo hace para mostrarlo al exterior. Ello va implícito en el propio espíritu del poder. Emplearlo para que otros lo vean. Hacer gala del mismo para que otros sufran sus consecuencias. Ésa es la diferencia básica entre quienes lo ejercen y quienes lo padecen. Pero usar tal poder en alcobas sombrías, en lavaderos helados y oscuros, borrando después a toda prisa las huellas de lo que allí sucedió, es decir, la prueba fehaciente de ese poder, ¿tiene sentido?
Comúnmente, así viene siendo desde hace siglos y por desventura así acaecerá hasta el final de los tiempos, quien tiene poder es para ejercerlo y también para hacer ostentación del mismo en cuantas ocasiones puede, pues de ese modo se perpetúan las jerarquías y vínculos con quienes obedecen. "



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