Caminaban como hombres (fragmento)Clifford D. Simak
Caminaban como hombres (fragmento)

"Me dirigí a las afueras de la ciudad y aún me siguió, a media manzana de distancia. Sin importarle, pensé, sin tratar de ocultar el hecho que me estaban persiguiendo. Quizás deseando que yo lo supiera, que venían tras de mí, manteniendo la distancia.
Hubiera deseado saber, mientras conducía, si valía la pena el sacudirse de encima su presencia. No había ninguna razón en especial para que lo hiciera. Y si los perdía de vista, no habría una gran diferencia. No se ganaría mucho con ello, pensé. Habían captado mi conversación con el senador. Más que seguro, que estaban al tanto de mi base de operaciones, si así se le podía llamar. Casi sin duda alguna, sabían exactamente dónde encontrarme si así lo deseaban.
Pero, me dije, podría haber una pequeña ventaja si yo les dejaba saber que no estaba enterado de todas estas cosas. Era una buena y ordinaria forma de hacerse el estúpido, si de algo servía eso.
Llegué hasta los límites de la ciudad, a una de las autopistas que llevaban hacia el oeste y aumenté la velocidad del coche. Saqué ventaja a mis perseguidores, pero no mucha.
Más adelante, el camino subía un cerro en curvas, y en la cumbre había una curva cerrada. Apartándose de la curva, recordé, salía un camino rural. Allí había muy poco tráfico, y quizás, si tenía suerte, podría introducirme por ese camino y ocultarme antes que el coche negro llegara a la curva.
Al subir el cerro, aumenté un poco la distancia, y forcé el coche aún un poco más al pasar la curva. El camino estaba libre, y al llegar hacia el cruce de caminos pisé el freno con fuerza e hice girar el volante con violencia. Las ruedas traseras patinaron un poco, chirriando sobre el pavimento; me encontré en el camino rural, enderecé el coche y pisé el acelerador a fondo.
El camino estaba lleno de fuertes declives, uno detrás de otro, con fuertes depresiones entre ellos. Al llegar a la cumbre de la tercera subida, al mirar por el espejo retrovisor, vi que el coche negro estaba llegando a la cumbre de la segunda ondulación.
Fue una gran sorpresa. No es que significara mucho, pero estaba tan seguro que les había engañado que fue un duro golpe a mi confianza.
Me enfadó, también. Si ese pequeño cerdo que me perseguía...
En ese momento advertí el sendero. Era, supuse, uno de esos senderos antiguos de carromatos, de hace muchos años, cubierto por las malezas y por las ramas de los árboles que llegaban hasta muy abajo, casi cubriéndolo, como si trataran de ocultar la escasa presencia que del sendero quedaba.
Giré el volante bruscamente y pasé, dando fuertes tumbos, por sobre la pequeña zanja. Las bajas ramas de los árboles se estrellaron contra el parabrisas y rasmillaron ruidosamente los costados del coche.
Conduje ciegamente, con los neumáticos dando saltos por sobre el sendero, antiguo y casi totalmente borrado. Finalmente, me detuve y bajé del coche. Las ramas de los árboles ocultaban el camino tras del coche, y era muy poco probable que pudiera ser visto desde la ruta. Sonreí saboreando el triunfo.
Esta vez, estaba seguro, se las había jugado.
Esperé, y el coche negro llegó hasta la cumbre del cerro y bajó rugiendo por el camino. En el silencio de la tarde, hacía bastante ruido. No necesitaría llegar a mucha distancia para sobrepasar una nueva y mayor ondulación del terreno. "



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