Siempre tuya Anna (fragmento)Kate Wilhelm
Siempre tuya Anna (fragmento)

"Ella recobró su tono glacial, e hicieron arreglos para la llegada de los niños y la hora en que él debía devolverlos. Como libros de biblioteca, pensó él. Como meros libros de biblioteca.
Cuando colgó, miró el apartamento y quedó azorado ante la mugre y el total descuido. Otra lámpara, pensó. Necesitaba una segunda lámpara, por lo menos. Tal vez dos. Anna amaba la luz. ¿Una novia? Quería reír, y también llorar. Tenía una firma, unas cartas de amor escritas para otro hombre, una mujer que acudía a sus sueños y le hablaba con las frases de sus cartas. ¡Una novia! Cerró los ojos y vio el nombre: Anna. La A mayúscula, un volcán en erupción elevándose a la estratosfera; las n, gráciles y uniformes; la pequeña a final, que se resistía a estar quieta y quería echarse a volar, y de la cual nacía una airosa línea curva que encerraba el nombre entero y cruzaba la primera letra para convertirla en A y así formaba una paleta perfecta. Una representación gráfica de Anna, remontándose al cielo, pintando, creando arte con cada jadeo, cada movimiento. Para siempre tuya, Anna. Para siempre tuya.
Inhaló hondamente y trató de hacer planes para el fin de semana con los niños, para el resto del mes, el verano, el resto de su vida.
Al día siguiente compró una lámpara, y camino de su casa entró en una floristería a comprar plantas. Ella había escrito que la luz del sol transformaba en gemas las flores del antepecho. Las puso en el antepecho y subió la persiana; la luz del sol transformó los capullos en gemas. Apartó los ojos, apretando los puños.
Volvió a su trabajo; la primavera se convirtió en un verano caluroso y húmedo como sólo podía serlo en Nueva York, y se sorprendió yendo de una exposición de arte a otra. Se burlaba de sí mismo, y se maldecía por hacerlo, pero asistió a inauguraciones, examinó la obra de artistas nuevos, y sus firmas, una y otra vez. Si los investigadores avezados no lograban encontrarla, se dijo, y si el FBI no podía encontrarla, era un tonto en pensar que tenía alguna probabilidad. Pero iba a las exposiciones. Se sentía solo, se dijo, y trataba de interesarse en otras mujeres, en cualquier otra mujer, y seguía asistiendo a las exposiciones.
En otoño fue a la inauguración de la exposición de otra nueva artista, esta vez una profesora de arte. Se maldijo por no haber pensado antes en eso. Ella podía ser una profesora. Hizo una lista de las escuelas y recorrió la lista, perfeccionando una historia mientras visitaba a la gente. Estaba juntando firmas de artistas para un artículo que pensaba escribir. Era una historia aceptable. No le sirvió de nada. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com