La reina de la nieve (fragmento)Joan D. Vinge
La reina de la nieve (fragmento)

"Jerusha estaba tendida en el bajo diván del refugio de su casa de la ciudad, un pie colgando, reteniéndola contra el suelo, aunque podría flotar tranquilamente hasta el techo. Sonrió, viendo los acontecimientos de los últimos días desarrollarse de nuevo en la parte interior de sus párpados; escuchando a medias la ruidosa celebración allá fuera en el callejón, y permitiéndose creer que todo era por ella. Bien, infiernos, al menos la mitad sí tendría que serlo. Aflojó un poco más el cierre de su uniforme. Por una vez no se lo había quitado inmediatamente al llegar a casa..., por una vez se sentía muy bien siendo una Azul, y la comandante de policía.
Oyó a Luna Caminante en el Alba gemir y suspirar en su sueño en una de las oscuras habitaciones sobrantes. Pese a lo cansada que debía estar la muchacha, ella tampoco descansaba bien en aquel lugar. Jerusha no había dormido nada, y otro día había empezado ya, en algún lugar más allá de los muros que detenían el tiempo de la ciudad. Pero no importaba; unos pocos días más y se habría marchado de aquel lugar para siempre. Y por una vez no le importó revivir una y otra vez el día recién transcurrido, o anticipar el que iba a venir: había un mensaje en su grabadora solicitándole—no ordenándole, solicitándole—una reunión con el Presidente del Tribunal y los miembros de la Asamblea. Tras abortar el complot de Arienrhod y capturar a C'sunh, tras convertir a la Fuente en una patata demasiado caliente para cualquier mundo..., después de todo aquello, su carrera de negro y azul estaba viva y bien de nuevo, y ella también.
Entonces, ¿qué estaba haciendo con una criminal durmiendo en su habitación de los huéspedes? Suspiró. Por el Botero Bastardo, la muchacha no era una criminal mayor que ella. ¿Qué importaba si Luna tenía pensamientos sediciosos hacia la Hegemonía? Gundhalinu tenía razón..., ¿qué podría hacer con ellos, una vez se hubieran marchado los espacianos? Y aunque deseara negárselo incluso a ella misma, el recuerdo de los mers, y lo que la muchacha le había dicho acerca de castigo y culpa, seguía remordiendo su alma como una úlcera. Porque era cierto..., lo era, y ella nunca sería capaz de volver a negarlo, o negar la hipocresía del gobierno al que servía. Bien, maldita sea, ¿qué gobierno ha sido alguna vez perfecto? Había detenido a Arienrhod, y podía decirse a sí misma que mirar de otro modo a Luna era el pago de su conciencia al futuro de Tiamat. Incluso podía soltar a Destellos, dejar que se convirtiera en el pesar de Luna, si presentaba el testimonio que deseaba. Y si le dejaba libre, su maldita conciencia quedaría limpia para siempre... Aunque sabía que no iba a ser así. Había visto demasiadas cosas que nunca hubiera debido ver allí, y había habido demasiada gente a la que había intentado categorizar y que se había deslizado fuera de sus grilletes psicológicos y había vencido su resistencia. Algunos de mis mejores amigos son felones.
Sonrió dolorosamente, sintiendo la punzada de un repentino pesar. Miroe..., adiós, Miroe. No había sabido nada de él desde aquel último día maldito que habían permanecido juntos en la sangrienta playa... Pero eso no fue un adiós. No el recordar aquella escena.. Se sentó en el diván, sacudiendo las telarañas. No..., puedo decirle que he encontrado a Luna, que está bien, y que Arienrhod va a pagar. Sí, debía llamarle ahora, mientras aún tenía tiempo, antes de que cortaran las comunicaciones, antes de que fuera demasiado tarde. Llámale, Jerusha, y dile... adiós.
Se levantó, cruzó rígidamente la habitación hasta el teléfono, sintiendo una inesperada agitación en la boca del estómago, como si hubiera tragado polillas. Tecleó el código, maldiciendo para sí misma el adolescente ataque de nervios mientras aguardaba a que la llamada alcanzara su destino. "



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