Anatema (fragmento)Neal Stephenson
Anatema (fragmento)

"No lo habría tenido en cuenta de no ser por la naturaleza de mi conversación con Lio. El día anterior me sentía cómodo en compañía de Emman. Aquel día la situación era otra. La gente que me importaba se veía involucrada, y en el caso de Ala quizá lo dirigía, en un movimiento subversivo. Lio intentaba atraerme mientras Emman intentaba seguirme al Lucub. ¿Era posible que el Poder Secular se hubiese enterado y que la verdadera misión de Emman fuese desenmascararlo, aprovechándose de mí? No era una idea muy agradable… pero así tenía que pensar a partir de entonces.
Me había quedado tendido en mi celda toda la noche, despierto a causa del jet lag y el miedo al Cuarto Saqueo. Por fortuna la mayor parte del día había sido un inmenso Plenario en el que nos habían contado la jugarreta del satélite, enseñado fototipos y pasado motus. Los bancos del fondo de la nave unaria estaban tan en penumbra y eran tan amplios como para que veintenas de avotos cansados por el Lucub y yo pudiésemos estirarnos y dormir. Cuando acabó, alguien me despertó. Me había puesto en pie, me había frotado los ojos, había mirado al otro lado de la nave y entrevisto a Ala. Era la primera vez que la veía desde que había atravesado la pantalla durante el Voco. Había estado a cien pies de mí, de pie en un círculo de avotos más altos, en su mayoría hombres, todos de más edad, pero aparentemente defendiéndose bien en alguna conversación seria. Algunos de esos hombres eran seculares vestidos de militar. Había decidido que no era el mejor momento para acercarme a saludarla.
—¡Eh! ¡Raz! ¡Raz! ¿Cuántos dedos ves? —me preguntaba Emman. A Tris y a Karvall les pareció gracioso—. ¿Cómo le va a Lio? —insistió.
—Está ocupado —dije—, muy ocupado. Ha estado trabajando bastante con los avotos del Valle Tintineante.
Emman cabeceó.
—Está bien que haga ejercicio —dijo—. Me encantaría saber de qué sirven las inmovilizaciones y los pinzamientos de nervio contra los quemamundos.
Mi mirada regresó al montón de fototipos. Emman apartó algunos y encontró una imagen detallada de una especie de unidad desmontable unida a uno de los amortiguadores. Era un huevo achaparrado de metal gris, sin indicaciones y sin adornos. A su alrededor se había construido un entramado estructural para montar antenas, impulsores y tanques esféricos. Estaba claro que había sido diseñada para soltarse y moverse por sí misma. La mantenía sujeta al amortiguador un sistema de soportes que atravesaba el entramado para agarrar directamente el huevo gris. Ese detalle había llamado la atención del Convox. Se había calculado el tamaño de esos soportes. Eran desmesurados. Sólo podían ser de ese tamaño si el objeto que retenían, el huevo gris, era muy pesado. Increíblemente pesado. No era un simple vehículo presurizado. ¿Podía ser que tuviese las paredes extremadamente gruesas? Pero los cálculos no tenían sentido si se basaban en un metal normal. La única conclusión, la única forma de explicar el número de protones y neutrones de esa cosa, era suponer que estaba hecha de un metal situado tan al extremo de la tabla de elementos que sus núcleos, en cualquier cosmos, eran inestables. Fisionables.
El objeto no era un mero tanque. Era un dispositivo termonuclear, órdenes de magnitud mayor que el más grande jamás fabricado en Arbre. Los tanques de propulsión contenían masa suficiente para llevarlo a una órbita antípoda a la de la nave madre. De detonar, emitiría suficiente radiación contra Arbre como para incendiar la mitad del planeta. "



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