El pájaro pintado (fragmento)Jerzy Kosinski
El pájaro pintado (fragmento)

"Los destacamentos alemanes empezaron a buscar guerrilleros en los bosques aledaños y a exigir por la fuerza las entregas de víveres. Comprendí que mi estancia en la aldea llegaba a su fin.
Una noche mi granjero me ordenó que huyera inmediatamente al bosque. Le habían informado que se iba a producir un registro. Los alemanes se habían enterado de que un judío estaba oculto en una de las aldeas. Se comentaba que vivía allí desde el comienzo de la guerra. Toda la aldea lo conocía: su abuelo había sido propietario de una gran extensión de tierra y la comunidad le tenía en gran estima. Como decían todos, era un individuo bastante decente a pesar de ser judío.
Partí ya bien entrada la noche. El cielo estaba cubierto, pero las nubes empezaron a abrirse, asomaron las estrellas, y la luna se reveló en toda su magnificencia. Me oculté en la espesura.
Cuando amaneció, me encaminé hacia los trigales de espigas ondulantes, manteniéndome alejado de la aldea. Los tallos gruesos y cortantes de las mieses me producían escozor en los dedos de los pies, pero a pesar de eso me esforcé en llegar al centro del campo. Avanzaba cautelosamente, porque no quería dejar atrás demasiados tallos rotos que delataran mi presencia. Por fin me encontré profundamente internado entre las espigas. El frío de la mañana me hacía temblar, pero me acurruqué y traté de dormir.
Me despertaron voces roncas que provenían de todas direcciones. Los alemanes habían rodeado el campo. Me pegué a la tierra. A medida que los soldados marchaban por la plantación, el crujido de los tallos rotos aumentaba de volumen.
Faltó poco para que me pisaran. Sobresaltados, me apuntaron con sus fusiles. Y cuando me puse en pie, los aprestaron para disparar. Eran dos, jóvenes, vestidos con flamantes uniformes verdes. El más alto me cogió por la oreja y ambos se rieron, intercambiando comentarios acerca de mi persona. Comprendí que preguntaban si era gitano o judío. Lo negué. Esto les causó aún más hilaridad y continuaron bromeando. Los tres nos encaminamos hacia la aldea: yo iba adelante y ellos me seguían, riendo.
Entramos en la calle mayor. Los campesinos aterrorizados nos espiaban desde atrás de las ventanas. Al reconocerme se ocultaban.
En el centro de la aldea había dos grandes camiones de color pardo. Los soldados se agrupaban en cuclillas alrededor de los vehículos, con los uniformes desabrochados, bebiendo de sus cantimploras. Otros soldados volvían de los campos, hacían descansar los fusiles y se sentaban.
Unos pocos soldados me rodearon. Me señalaban y se reían o se ponían serios. Uno de ellos se acercó mucho a mí, se inclinó y me sonrió directamente a la cara, con expresión cálida y tierna. Me disponía a devolverle la sonrisa cuando súbitamente me asestó un fuerte puñetazo en el estómago. Se me cortó la respiración y caí, resoplando y gimiendo. Los soldados prorrumpieron en carcajadas. "



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