Curso de psicología (fragmento)Heinrich Ahrens
Curso de psicología (fragmento)

"Locke dice que el alma es un espejo de las cosas exteriores; ¡extraño espejo que se mira a sí mismo! ¡singular reflejo que a sí mismo se refleja! Esto, sin embargo, pasa en el espíritu, por más que de ninguna manera pueda explicarse por un fenómeno del exterior. El espíritu, no sólo refleja los objetos exteriores, sino que se refleja a sí mismo en la conciencia; y esta comprensión del espíritu en sí mismo manifiesta que es por sí un ser de virtualidad y de espontaneidad propias.
El alma sin duda alguna es afectada por las cosas exteriores, pero si es capaz de recibir y asimilarse las sensaciones del exterior, consiste en que es una actividad interior. La sensación o la afección supone la receptividad interior del alma, y toda percepción de objetos exteriores presupone la percepción del yo, que es la primera experiencia, mediante la cual el espíritu refiere a sí las experiencias que vienen de los objetos exteriores. El alma es, pues, una unidad de fuerzas positivas, es una realidad viva, y como tal todos sus cambios son una evolución interior de las modificaciones de su ser íntimo.
Por medio de esta serie de ideas y deducciones, Leibnitz arruina por completo el sistema de Locke, el cual dista mucho de ofrecer tan riguroso enlace y tan gran profundidad en sus ideas principales. No podemos exponer aquí toda la doctrina de Leibnitz sobre el espíritu y el alma del hombre; intentaremos solamente indicar los puntos más importantes.
A ejemplo de Aristóteles, Leibnitz considera el alma como la entelequia o finalidad superior del cuerpo, pero en un sentido algo diferente. Los fenómenos, dice Leibnitz, que llamamos cuerpos son agregaciones de una multiplicidad de fuerzas primitivas y simples, o mónadas, pero que, a consecuencia de la unidad general de todas las cosas, se relacionan unas con otras en virtud de una semejanza interior.
Estas relaciones interiores, armónicas, constituyen lo que llamamos organismo; pero estas diversas relaciones deben converger como rayos particulares hacia un centro común, que es la unidad, la mónada, y que reflejando todas estas relaciones, será la expresión íntima de este estado orgánico y perfecto del cuerpo; pues bien, esta perfecta unidad interior, que corresponde a todas las relaciones del cuerpo, es la entelequia o el alma. Las almas son diferentes según la diferencia de sus percepciones. Hay almas que tienen percepciones y apetencias (appetitus) sin conciencia de ello: tales son las almas de las plantas. Las almas de los animales perciben y desean objetos con conciencia; se determinan también según la memoria de lo que han sentido; pero el alma humana tiene la percepción de su yo en la conciencia propia, y puede elevarse sobre las representaciones sensibles hasta las ideas necesarias y eternas, porque está dotada del poder de la razón. El alma y el cuerpo, aunque íntimamente unidos, siguen, sin embargo, cada cual las leyes que le son propias. El alma obra según la ley de las causas finales, escogiendo fines y medios; el cuerpo según las causas eficientes o las del movimiento necesario, y ambos órdenes marchan acordes en virtud de una armonía preestablecida entre todas las sustancias, porque todas representan el mismo universo. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com