La sombra de Heidegger (fragmento)José Pablo Feinmann
La sombra de Heidegger (fragmento)

"Entonces, justamente entonces, volverán a atravesar todo este aquelarre, como fantasmas, las preguntas: ¿para qué?-¿hacia dónde?-¿y después qué? Heidegger.
Sonreí amablemente. Lo dejé ir y no le dije: "Escuche, pequeño hombre imbécil: la única verdad es la lógica del poder. No hay otra". Señores, en resumen: estuve ahí y puedo decir que el mayor argumento de la defensa fue, si me permiten, visual. Cuando Lawson mostró los dos films de los campos de concentración condenó sin retorno a mis defendidos. Y hasta al entero pueblo alemán. Porque dijo eso que se suele insidiosamente decir: todos sabían. Y si sabían, ¿qué? ¿O no se luchaba también en los campos por la gloria del Reich?
Ahí más que en ninguna otra parte, dijo Werner Rolfe. Eliminar a los judíos era la condición para purificar Europa. Y a los gitanos. Y a los enemigos políticos. Sobre todo, sin embargo, a los judíos. Con ellos, en Occidente, no hay salvación posible. Siempre volverán a apropiarse de todo.
Los dos guerreros del Africa Korps alertaron sobre una maniobra para manchar la memoria de Rommel. Buscan rescatar su figura como parte del rescate de Alemania. Lo harán el héroe del atentado de julio del 44. Elogiarán sus virtudes militares. Lo declararán un profesional de las armas y no un nacionalsocialista. Hay que denunciar esa falsedad. El Mariscal seguía las órdenes del Führer, lo respetaba y era un buen soldado alemán.
Doctor Rolfe, dijo alguien. Nunca vi los films que usted ha mencionado.
¿Por qué?
Me negué a verlos. Pensé que semejante horror sólo podía ser una injuria de los aliados, una mentira.
Una carcajada horadó mis oídos. Era el filósofo. El eminente especialista en Meister Eckhart, a quien, quizá sirva decirlo, Rosenberg cita una y otra vez en su tratado político-filosófico-racial. Incluso, vagamente recordé, una frase del venerado místico sirve de acápite a El mito del siglo XX.
¿Qué creía usted, profesor Müller, estar enseñando en la Universidad? ¿Por qué creía usted que la oficina Rosenberg organizaba la lectura de Nietzsche del modo en que lo hacía?
Werner Rolfe, con toda su imponencia, se puso de pie, alzó su copa y vociferó:
"¡Que los débiles y los fracasados perezcan! Primer principio de nuestro amor a los hombres. Y que se les ayude a morir." Eso hicimos, profesor Müller. Nuestra tarea prolongó la suya, tal como Rosenberg y Bauemler prolongaron la de Nietzsche y usted la de ellos. Nosotros cumplimos el mandato más trascendente del Führer. El de 1941. La solución final. Nosotros la ejecutamos. Esa gloria nos pertenece y nadie nos la va a arrebatar. "



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