Don Catrín de la Fachenda (fragmento)José Joaquín Fernández de Lizardi
Don Catrín de la Fachenda (fragmento)

"Hallé a Tremendo paseándose frente del cementerio de San Lázaro; su vista, su cuerpazo, sus grandes bigotes y la soledad del campo me infundieron tanto temor que las rodillas se me doblaban, y más de dos veces estuve por volver la grupa; pero él me había visto y mi honor no debía quedar mal puesto en su opinión.
Con esta consideración y, acordándome que a los atrevidos favorece la fortuna, que quien da primero da dos veces y que toda la valentía que para estos casos se requiere es resolverse a morir o matar a su enemigo al primer golpe, me acerqué a Tremendo con mi sable desnudo, y a distancia de doce pasos le dije:
-Defiéndete, cobarde, porque va sobre ti todo el infierno.
El fuerte grito con que pronuncié estas palabras, el denuedo con que corrí a embestirle, los muchos tajos, reveses y estocadas que le tiré sin regla, la ninguna destreza que él tenía en el manejo de su arma y mi atrevida resolución para morir, impusieron a Tremendo de tal modo que ya no trataba de ofenderme, sino de defenderse solamente.
-Sosiégate, chico, me decía, sosiégate; si todo ha sido broma por verte y conocer tu valor, pero yo soy tu amigo y no quiero reñir con seriedad.
Por estas expresiones advertí que me había reconocido alguna superioridad sobre su sable; pero acordándome que donde las dan las toman, y que a veces el miedo acosado hace prodigios de valor, como lo acababa de hacer conmigo, me resolví a ceder; pues ya mi honor quedaba en su lugar y el formidable Tremendo se me daba a partido.
Me retiré tres pasos atrás, y con un tono harto grave le dije:
-Yo no dejo de reñir porque me protestas tu amistad; pero para otro día no te chancees con tanto peligro de tu vida.
Tremendo me ratificó de nuevo su cariño; los dos juramos sobre nuestras espadas no decir a nadie lo que había pasado; envainamos los sables, nos abrazamos estrechamente, nos besamos en los carrillos y nos fuimos al café muy contentos. En esto paró nuestro terrible desafío.
En el camino le conté lo que había dicho Modesto acerca de los duelos, y cómo están desaforados los militares y caballeros de órdenes que desafiaren, admitieren el desafío o intervinieren en él de cualquier modo, con la pena de aleves y perdimiento de todos sus bienes; y que si tenía efecto el desafío, aunque no haya riña, muerto o herida, con tal que se verifique que han salido al campo a batirse, sean castigados, sin remisión alguna, con pena de muerte. "



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