Historias de las historias de amor (fragmento)Carlos Fisas
Historias de las historias de amor (fragmento)

"La emperatriz Elisabeth devolvió estas cartas acompañadas de una fotografía de Mayerling, en la que una de las ventanas había sido marcada con una cruz en tinta negra. El último mensaje de Rodolfo a su madre había sido esta fotografía acompañada de unas pocas palabras: «Cuando recibas esto estaré muerto.»
El suicidio de Mayerling ha dado lugar a múltiples explicaciones. Por un lado la versión más romántica es la del suicidio por amor. Es sin duda la que ha dado lugar a múltiples novelas y películas. Pero el caso es que se dijo que Rodolfo había pasado la noche anterior en casa de una cortesana vienesa de lujo, llamada Mizzi Kaspar, a la que había ofrecido incluso que le acompañase a un centro de recreo llamado Pabellón de los Húsares para suicidarse con él.
Se dijo también que no había tal suicidio, sino que había sido un asesinato de tipo político organizado por los elementos más ultraconservadores de Austria, alarmados por las ideas cada vez más liberales del príncipe. En este caso ¿para qué y por qué asesinar a la Vetsera? ¿Cómo explicar entonces las cartas de María?
Más novelesca y fantástica es una tercera versión. Según ella Rodolfo había deshonrado a la hermana de un noble vienés amigo suyo. Éste le había provocado a un duelo a muerte, pero como era impensable que el príncipe heredero de Austria se batiese en duelo, se había acordado jugar una partida de cartas y quien perdiese debía suicidarse en el plazo de tres meses. Perdió Rodolfo. Como se ve, esta explicación parece algo fantástica.
El cadáver de la Vetsera fue enterrado sin ceremonia alguna, casi a escondidas.
El de Rodolfo fue trasladado a la capilla del Hofburg. Francisco José le acompañaba y su rostro era impenetrable. En cuanto a la emperatriz, dejo la palabra a Ballester Escalas:
«La emperatriz ocultó lo mejor que pudo su negra desesperación; pero estalló de un modo siniestro, novelesco, al anochecer de aquel día, cuando se presentó en el convento de los capuchinos con la pretensión de que "la dejasen a solas con su hijo" bajo las sombrías bóvedas del panteón imperial. Los frailes no pudieron menos de complacerla; pero apenas se habían retirado, dejando tras sí la reja que daba entrada a la fúnebre sala, oyeron gritar dos veces a la emperatriz el nombre de Rodolfo. Luego no se oyó ni un sollozo. Silencio, el silencio de la tumba, en cuyo seno tal vez la madre pudiese escuchar, ella sola, una respuesta misteriosa, inaudible, "las palabras sin sonido" a que alude Heine, esa sutil y secreta respuesta de los muertos. Momentos después la emperatriz salió y se retiró por el claustro, juvenil todavía, con su paso rápido y elástico de amazona.»
Un siglo después de la muerte de Rodolfo y María Vetsera, el misterio sigue intacto. "



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