El mito y el hombre (fragmento)Roger Caillois
El mito y el hombre (fragmento)

"Según Weismann, cuando el Smerinthus ocellata, que, estando en reposo, esconde sus alas inferiores, como todos los esfíngidos, se siente en peligro, las pone bruscamente de manifiesto, mostrando los grandes "ojos" azules sobre fondo rojo, que espantan súbitamente al agresor. Este gesto va acompañado de una especie de trance. En reposo, el animal semeja una hoja lanceolada seca. Si se le alarma, se aferra a un sostén, despliega sus antenas, abomba el tórax, encoge la cabeza entre los hombros, exagera el volumen de su abdomen, mientras todo su cuerpo vibra y se estremece. Pasado el acceso, vuelve lentamente a la inmovilidad. Los experimentos de Standfuss han demostrado la eficacia del procedimiento; el paro, el petirrojo, el ruiseñor común, se asustan con ello, pero no el ruiseñor gris. La mariposa, desplegadas las alas, semeja en efecto la cabeza de un enorme pájaro de presa. El ejemplo más claro de este género es, seguramente, el de la mariposa Caligo de las selvas del Brasil, que Vignon describe así: "Se ve una mancha brillante rodeada de un círculo palpebral; luego, unas hileras circulares e imbricadas de plumitas radiales de color matizado en gradación, imitando a la perfección el plumaje de la lechuza, mientras el cuerpo de la mariposa corresponde al pico de la misma ave. La semejanza es tan sorprendente que los indígenas del Brasil la clavan a la puerta de sus granjas, en lugar y sustitución del animal al que miman. Algunos pájaros, normalmente asustados por las ocelas del Caligo, lo devoran sin vacilar, si se recorta de las alas dichas ocelas.
No cabe la menor duda de que, en los casos precedentes, el antropomorfismo desempeña un papel decisivo: la semejanza no está sino en los ojos del que la percibe. El hecho objetivo es la fascinación, como lo demuestra sobre todo el Smerinthus ocellata, cuya apariencia no tiene, a decir verdad, nada de espantable. Sólo las manchas oculiformes desempeñan un papel; el proceder de los indígenas del Brasil no hace sino confirmar esta proposición: los "ojos" del Caligo deben sin duda relacionarse con el oculus invidiosus apotropaico, el mal de ojo capaz de proteger lo mismo que de dañar, si se le utiliza contra las fuerzas malignas, a las cuales, como órgano fascinador por excelencia, pertenece naturalmente. Aquí el argumento antropomórfico no vale, pues en todo el reino animal los ojos son el vehículo de la fascinación. La objeción es, por el contrario, concluyente contra la afirmación tendenciosa de semejanza; sin contar con que, aun desde el punto de vista humano, ninguna en este grupo de hechos es absolutamente terminante. "



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