Amor y Anarquía (fragmento)Martín Caparrós
Amor y Anarquía (fragmento)

"La vida en la cárcel se le iba volviendo una rutina: es curioso como casi cualquier cosa puede volverse una rutina. Soledad leía los libros que le mandaban sus compañeros, escuchaba la radio, se preparaba las verduras que podía conseguir, se lavaba la ropa, trataba de charlar con otras presas. Su relación con ellas no era fácil: muchas la consideraban una rara, una especie de caprichosa que ni siquiera había tenido que robar para vivir o acuchillar a un hombre porque no quería que le pegara más: una nena con veleidades revolucionarias. A veces se peleaba con algunas; con otras se iba haciendo amiga. Pero su actividad principal seguían siendo las cartas:
"Hoy me desperté bien, al alba, cuando empieza a aclarar y me puse a hacer yoga, estaba lo más tranquila. Después limpié y me comí el desayuno, una naranja, una manzana y una zanahoria", le escribió a Edoardo el martes 17. "Después leí un libro de la guerra civil española. Lo que más me acuerdo de nosotros dos es cuando estábamos en España, el mar en Cádiz, qué belleza, y cuando estábamos en la casa rodante. ¿Te acordás de esa noche? Desde medianoche hasta las cuatro y me acuerdo de todo, amor mío, todo lo bello que vivimos juntos. Nuevamente me desperté romántica. ¿Te parezco demasiado infantil? Espero no aburrirte.
"Esta noche soñé que estaba en el supermercado haciendo las compras, estaba sin vos y no sabía qué comprar, hacía todo mal, hasta que en un momento ni siquiera sabía dónde estaba mi barrio. Al final lloraba porque te buscaba y no te encontraba".
Eran momentos: el desasosiego de quedarse sin el hombre que había adoptado como guía. Pero en esos días recibió una carta de él -que se ha perdido, que parece haberse perdido- donde Edoardo le contaba su mayor preocupación: se sentía terriblemente culpable "por haberla metido en este asunto", responsable de su encarcelamiento, desconsolado. Lo mismo les había dicho a sus padres, que pudieron visitarlo por primera -y única- vez el lunes 16:
-Yo lo que no soporto es que por mi culpa la gente que quiero esté pasándola mal. Tengo miedo de que mi hermano tenga problemas en el trabajo por mi culpa. Y por ustedes, que se tuvieron que aguantar a todos esos hijos de puta por mi culpa.
Su padre trató de tranquilizarlo, pero era cierto que la había pasado muy mal: al día siguiente de las detenciones en Collegno, dos docenas de policías se habían presentado en la cabaña de la Valchiusella para ponerlo todo patas para arriba. Dijeron que buscaban pruebas y se llevaron la mayor parte de sus herramientas -para ver si eran robadas. Y una impresora que Edoardo les había llevado un tiempo antes: los policías decían que era la que habían robado en la Municipalidad de Caprie.
-Y sobre todo me preocupo por Sole, tan jovencita, tan fresca, quién sabe cómo va a poder aguantar la cárcel, y todo por mi culpa.
Soledad no estaba de acuerdo: le parecía que esa culpa la menospreciaba y contestó aquella carta con un tono entre gracioso y decidido, casi peleador; era una discusión que ya habían tenido alguna vez:
"Amor mío, ¿sabés una cosa muy importante? Decile al chico que duerme con vos que se está equivocando mucho. Vos a mí no me metiste en ningún quilombo. Yo soy un ser independiente y todo lo que hago lo decido yo, ni vos ni ninguno son responsables de mi arresto. Él dice que vos me hiciste arrestar y eso no lo puedo permitir. Nosotros dos nos encontramos bien juntos y por eso hicimos cosas juntos, y todavía otro motivo muy importante es que compartamos una idea. Ése no tiene nada de razón. Vos no tenés ninguna responsabilidad y no tenés que sentir ningún tipo de culpa. Quedate tranquilo, amor, vos no me metiste en nada. Soy libre para decidir qué hago y qué no hago. "



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