El carretero de la muerte (fragmento)Selma Lagerlof
El carretero de la muerte (fragmento)

"El espectro que está junto a la puerta se estremece. Desde que empezaron a hablar sor Edit y el carretero, no ha cesado de mirarlos. Cada palabra que ella pronuncia y todas las expresiones de su rostro se han grabado en su espíritu. Las recordará eternamente. Todo cuanto ella ha dicho, aun lo más duro, ha sido dulce de escuchar para él. Su angustia y su compasión cuando Jorge ha referido su historia, han embalsamado sus heridas. No sabría él qué nombre dar a aquello que siente por ella. Solamente sabe que, viniendo de ella, lo soportaría todo. Solamente sabe que ella lo ha amado tal cual era él; él, que en mal pago le había dado la muerte. Es maravilloso, indeciblemente maravilloso. Cada vez que él oía decir que ella lo amaba, su alma experimentaba una profunda emoción. Se esfuerza por llamar la atención del carretero, pero éste no mira ni una vez siquiera hacia su lado. Entonces trata de levantarse, pero vuelve a caer, presa de terribles dolores.
Ve cómo la hermanita se agita inquieta y atormentada, extendiendo sus manos juntas hacia Jorge; pero el rostro del carretero permanece severo e impasible.
—Yo te hubiese acordado la prórroga si supiera que iba a servir de algo —dice éste. Pero sé que no tienes poder alguno sobre ese hombre.
Diciendo estas palabras, el carretero se inclina nuevamente sobre la moribunda para pronunciar la frase de liberación del alma de su envoltura terrenal.
Pero en ese momento una figura nebulosa se acerca, reptando al lecho. Con sobrehumanos esfuerzos, y a cambio de un dolor sin comparación posible con cuantos ha experimentado jamás, David Holm ha hecho saltar sus ligaduras. Cree él que este acto será castigado con la eterna perduración de sus dolores, pero sor Edit no esperará y no confiará en vano, puesto que él se halla tan cerca de ella. Se desliza la sombra por el lado opuesto del lecho, allá por donde no pueda verle Jorge, su enemigo, y logra asir una de las manos de la agonizante. Por incapaz que él sea de ejercer la menor presión, ella se da cuenta de su presencia y con un rápido movimiento se vuelve hacia él. Lo ve de rodillas, junto a ella, con el rostro postrado en tierra sin osar levantar los ojos, comunicándole por medio de su mano, que él quisiera estrechar, su amor, su gratitud, su corazón enternecido al fin. Entonces sobre el rostro de la hermanita se desliza un rápido resplandor de felicidad. Mira a su madre, a los dos amigos a quienes no ha tenido tiempo de dar un postrer adiós y los pone por testigos de su dicha. Con su mano libre les muestra el ser postrado en tierra para que participen con ella de la alegría inefable de ver a sus pies a David Holm, arrepentido y contrito. Pero en el mismo instante, el carretero, se inclina hacia ella y le dice:
—Prisionera! ¡Dulce alma amante! ¡Sal de tu prisión!
Sor Edit se desploma de espaldas sobre las almohadas y exhala la vida con un suspiro.
David Holm es arrastrado hacia atrás violentamente. Sus —ligaduras se enlazan nuevamente a sus brazos, pero esta vez sus piernas quedan libres. Jorge, secamente, le da orden de seguirle.
—¡Ven! —le dice—. Nada tenemos que hacer aquí nosotros. Los que deben recogerla han llegado ya.
Y arrastra a David Holm con aspereza. Éste cree ver cómo la habitación se llena repentinamente de seres luminosos. Cree verlos en toda la escalera, hasta la calle, pero se siente transportado tan vertiginosamente que no puede distinguir nada con claridad. "



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