Escándalo (fragmento)Shusaku Endo
Escándalo (fragmento)

"Cuando se acercó al estrado, la batería de focos se concentró sin piedad en su cuerpo. Desde el atril, saludó con la cabeza al público que se agolpaba en la sala. Dos tercios de la audiencia que ocupaba los asientos en ligera pendiente del auditorio eran, como Kurimoto había dicho, amas de casa, mujeres jóvenes y estudiantes, pero no reconoció ningún rostro; lo único que sabía era que los reunidos estaban inspeccionándole minuciosamente.
Fingió colocar bien el micrófono mientras intentaba tranquilizarse. Se consideraba bastante habituado a las conferencias públicas, pero si estropeaba la entrada no habría esperanza de enderezar la charla. Inspiró profundamente, atrayendo hacia sí la atención de los oyentes, y, poco a poco, se lanzó a una explicación de sus propias obras.
Todo estaba saliendo bien.
No era nada patente a simple vista, pero percibía a través de su cuerpo una respuesta positiva por parte del público. Había empezado a notar una sensación táctil del tipo de charla que aquellas amas de casa y mujeres jóvenes y estudiantes esperaban de él. De hecho, era probable que la mayoría de sus admiradores ya tuviera una idea aproximada de lo que diría antes incluso de llegar al auditorio.
Mientras establecía el ritmo adecuado para sus observaciones, los asistentes empezaron a reaccionar con interés y a asentir con la cabeza. Por fin logró relajarse, y al hacerlo empezó a distinguir rostros individuales en lo que antes era una mancha borrosa. Buscó a la señora Naruse.
—Una vez vino a verme un joven quejándose con amargura de ser un pésimo conversador; debido a ello, no era capaz de hacer amigos. Tiempo atrás, le habría recomendado un libro sobre el arte de la conversación o le habría sugerido algún otro método para mejorar su facilidad de palabra. Pero a estas alturas de mi vida, ahora que he llegado a la conclusión de que todo tiene su lado positivo, le diría a ese joven que aprovechara al máximo su dificultad para hablar. Y bien, ¿a qué me refiero con eso de aprovechar al máximo su tartamudez?
Suguro hizo una pausa y echó una ojeada general al auditorio abarrotado. Era fundamental detenerse a tomar aliento en aquel punto para provocar cierto efecto entre el público.
—Me refiero a que el joven debía convertirse en un buen oyente. Si no servía para conversar, lo único que debía hacer era mantener los ojos fijos en el rostro de su interlocutor y asentir con la cabeza. Así el interlocutor se sentiría a gusto. Tan a gusto como me están haciendo sentir ustedes ahora al prestarme atención mientras les hablo.
Una oleada de risas agitó la sala. Suguro, exaltado, dirigió la mirada hacia la puerta situada al fondo del pasillo central del auditorio. Entonces, de pronto, se puso a parpadear aceleradamente.
El hombre estaba allí. El rostro idéntico al de Suguro estaba apostado cerca de la puerta, contemplándolo con una sonrisa burlona. Era la misma experiencia que había tenido la noche de la entrega de premios.
—La virtud de ser un buen oyente… está contenida en el defecto de ser un mal orador. Y esto no se limita sólo al terreno de la conversación. Ninguno de los defectos que tenemos como seres humanos es absoluto. Cada debilidad contiene en sí misma una fuerza. Incluso el pecado lleva en su interior ciertas virtudes. En el fondo de cada pecado que cometemos existe un ansia humana por renacer. Esto es lo que me he repetido a lo largo de los años mientras escribía mis novelas.
Notó un escalofrío y volvió a parpadear. Sin embargo, esta vez, el hombre no se desvaneció como en la ocasión anterior. La sonrisa despectiva. Una sonrisa que se burlaba de él. Aquella sonrisa obscena… Sí, era la expresión que reflejaba el retrato de la exposición.
La atmósfera del auditorio, hasta entonces amistosa, se derrumbó de improviso. Las cuerdas armoniosas que había pulsado se vieron interrumpidas por unos sonidos convulsivos y discordantes. Suguro perdió el hilo de lo que estaba diciendo, además de la compostura. "



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