Chiquita (fragmento)Antonio Orlando Rodríguez
Chiquita (fragmento)

"Me sentaron delante de una Underwood último modelo y, sin darme tiempo para familiarizarme con ella, Chiquita comenzó a caminar a mi alrededor y a hilvanar una frase con otra con su vocecita, que por entonces era un poco áspera, como el graznido de un cuervo. No tengo la menor idea de lo que me dictó, sólo recuerdo que, a pesar del tiempo que llevaba sin poner los dedos sobre una máquina de escribir, empecé a aporrear el teclado a gran velocidad, como si me estuviera jugando la vida. Y es que me la estaba jugando, ¿no? Cuando saqué el papel del rodillo, Chiquita lo estudió cuidadosamente.
-Su ortografía es buena y no le falta velocidad -reconoció-. Pero ¿qué tal es su inglés? -inquirió, pasando a hablarme en esa lengua.
Me esmeré por no hacer quedar mal a mi maestro de idiomas, el cocinero de Bahamas, pero tenía tanto miedo de perder el empleo que el resultado debió ser patético. Al concluir, bajé la vista y esperé su veredicto. Pero o el inglés no era un requisito fundamental o los aspirantes que habían acudido antes no habían dado la talla o a Chiquita la ablandó el hecho de que fuera de Matanzas. El caso es que, después de tenerme en ascuas durante un minuto, exclamó que, si estaba de acuerdo con las condiciones, podíamos empezar a trabajar al día siguiente temprano. ¿Y cómo no iba a estar de acuerdo, con el montón de días que llevaba durmiendo en un parque?
Al preguntarle qué clase de libro pensaba escribir, Chiquita me dedicó una sonrisa enigmática y dijo: "El de mi vida, y sólo se publicaría después de mi muerte". Y para poner punto final a la entrevista, le ordenó a Rústica que me enseñara mi cuarto, que resultó ser una buhardilla de lo más agradable.
A mí aquello me parecía un sueño. En medio de la crisis que tenía paralizado al país, había conseguido techo, comida y una paga semanal que, aunque no fuera gran cosa, me permitía seguir ayudando a mi pobre madre. "



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