Los mitos del editor (fragmento)Adolfo Castañón
Los mitos del editor (fragmento)

"México, el país de las paradojas reificadas, el país de la Revolución Institucional o del catolicismo guadalupano, no podía dejar de ser paradójico en lo que al tema del libro se refiere. En el libro mexicano confluyen cuatro vectores históricos:
1) Una línea residual prehispánica que dota a la escritura y a quienes la rodean de un sagrado halo jeroglífico y político.
2) Una línea residual hispánica que identifica el libro con la religión y que hace que hasta muy poco las escasas librerías dispersas en el interior del país fueran librerías religiosas. Durante el virreinato, llegó a haber un clero culto que produjo obras y monumentos tipográficos, como las obras de Francisco Hernández o las obras enumeradas por García Icazbalceta, Nicolás León y, en sus bibliografías literarias, Guillermo Tovar y de Teresa.
Conventos, seminarios, archivos, museos, escuelas religiosas, monasterios, hospicios, colegios y academias gravitaron en torno de esta tradición que llegó a ser sumamente poderosa e influyente. A tal grado que, para sobrevivir, el Estado nacional a partir de Juárez identificó su vocación con la Reforma y, a veces, con la destrucción de la herencia colonial conservada y no conservada.
3) El tercer vector es el liberal revolucionario. Desde antes de la Revolución mexicana y en particular después de ésta, el libro se transforma en un instrumento de política social del Estado. Cuando un ministro de educación alude a la alfabetización como una evangelización, a saber: que el álbum religioso -el libro de las imágenes que es un templo- ha de ser sustituido por el libro de la instrucción que posee, sin duda, un carácter crítico pero, sobre todo, utilitario, instrumental. "



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