Al Norte la montaña, al Sur el lago, al Oeste el camino, al Este el río (fragmento)Laszlo Krasznahorkai
Al Norte la montaña, al Sur el lago, al Oeste el camino, al Este el río (fragmento)

"La esencia del método Nagashikuzi consistía en sumergir un tamiz de más o menos un shaku de alto y tres shaku de largo no una sino varias veces en una tina llena de pasta de fibra, con el fin de recoger varias capas de dicha pasta hasta que el material que quedaba en el tamiz, el papel inventado en el momento culminante y revolucionario de la historia del libro, alcanzaba el grosor deseado. Resultó muy importante la observación de que, añadiendo a la pasta introducida en la tina un extracto llamado neri procedente de las particulares raíces de un tipo de hibisco llamado tororo-aoi, aquel líquido espeso se volvía más pesado, viscoso y aglutinante, y entonces se aletargaba la estructura interna de la pasta, que se adhería mejor a la superficie del tamiz. Como fibra se usaba en un principio la de una planta llamada kozo, una morácea, y luego se sustituyó por la fibra de una planta llamada mitsumata y, más tarde, por la de una llamada gampi, la cual produjo un papel especialmente fino y flexible.
La operación completa de la fabricación del papel transcurría bajo el estricto cumplimiento de unas exigencias de higiene extraordinarias, pues estaban convencidos de que sólo se podía conseguir un papel realmente valioso ateniéndose a las reglas con suma disciplina. Cada uno de los procesos de trabajo estaba regulado con detalle, desde la preparación de la materia prima hasta la fase de blanqueo, que se producía mediante el método más natural, esto es, con los rayos del sol. Era generalizado el convencimiento de que sólo a esta disciplina se debería la asombrosa calidad del washi producido, que en el caso de un papel perfecto a menudo sólo aparecía al cabo de los siglos, entonces, eso sí, de verdad.
Este fue, pues, el momento decisivo en la invención del libro, la invención del papel: el aprendizaje de la fabricación del papel en los talleres de la gran China, de aquel país incomparable, insuperable y asombroso en todo, que gozaba de un respeto inapelable, su implantación en Japón, en los rincones traseros de los monasterios y de las casas de los nobles, la aparición del papel y de los rollos en la historia, sobre todo de los rollos que al principio se fabricaban pegando un trozo de papel que se acababa de llenar con signos al siguiente trozo, y así sucesivamente, generando una larga hoja de papel que incluía todo el texto y que al principio sólo se plegó en la célebre forma del abanico llamada encuadernación de sutras, aunque luego se dieron cuenta de que existía otro método más propicio para proteger el libro, que consistía en enrollarlo y guardarlo en un rollo, cosa esta que en los primeros momentos se hizo así sin más, enrollando simplemente el papel, pero después, gracias a la experiencia acumulada con la práctica cotidiana, no tardó en surgir la variante de enrollarlo sobre un cilindro y se creó de este modo el verdadero rollo, cuyo cilindro solía consistir generalmente en una barra gruesa de madera de pino bien pulida y pintada o, en el caso de piezas más valiosas, de marfil, arcilla barnizada, oro o incluso jade, si bien, al margen del material, lo esencial seguía siendo el hecho concreto de que este cilindro llevaba enrollado el papel, tan esencial, desde luego, como el cómo, como la elegancia del conjunto, que entrañaba lógicamente una importancia extraordinaria, tanta como su protección, claro está, pues para conseguirla, el papel escrito se pegaba sobre seda o un papel fuerte haciéndolo más duradero y resistente y se llegaba así, con la seda o el papel de refuerzo sobresaliendo del texto enrollado, a la forma característica del rollo clásico que tenía este detalle que servía, de un lado, para un importante objetivo práctico y, de otro, como elemento aleatorio, destinado a expresar el deseo de belleza, puesto que en el centro de esta cubierta protectora que sobresalía y se doblaba sobre el rollo se introducía, además, un cordelito que se utilizaba para atar efectivamente el rollo al cilindro y que permitió jugar durante siglos con la posibilidad de dar, mediante la delicada elaboración del cordelito, un significado aún más decisivo a los colores, al valor de la tela mezclada con oro o incluso a la lúdica elegancia del lazo. "



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