Historia de la fealdad (fragmento)Umberto Eco
Historia de la fealdad (fragmento)

"Rocco, que afirma en tono polémico que quiere tratar de cosas feas porque las que siempre son dulces y graciosas acaban provocando náuseas. En un primer momento Rocco se divierte enunciando paradojas moralistas y antifeministas, demostrando cómo en las mujeres la fealdad es "custodia de la honestidad, remedio de la lujuria, ocasión de equidad y de justicia" y que, por tanto, sólo las mujeres feas no provocan deseo y sufrimiento en los amantes ni son lascivas como las hermosas. Rocco hace asimismo un elogio de los desastres naturales, ocasión de nueva generación, y define como principio de todo bien las cosas que a nosotros nos resultan desagradables, como los partos, el menstruo, el esperma, las purgas.
Es que con el Renacimiento lo obsceno entra en una nueva fase. No sólo en las representaciones de cuerpos humanos los atributos sexuales ya no se contemplan como motivo de escándalo y se convierten en elemento de su belleza, sino que con autores como Aretino la exaltación de actos antes innombrables (que la decencia prohíbe aún hoy reproducir) penetra en las cortes, incluida la pontificia, y ya no se entiende como algo desagradable sino como una arrogante e impúdica invitación al goce. El arte de las clases cultas se arroga públicamente el mismo derecho que antes se concedía casi a escondidas a la chusma plebeya; la diferencia es que lo practica con gracia y sin violencia, y borra la distinción entre lo decible y lo indecible.
Al pretender representar "bellamente" no sólo lo feo inocente sino también lo considerado tabú, separa lo obsceno de lo feo.
La obscenidad se convierte en motivo de delicado entretenimiento en la literatura licenciosa de los siglos XVII y XVIII, pese a que un autor "maldito" como Sade recupera todos los rasgos más repugnantes. Una vez más, la decencia impide reproducir toda la descripción del presidente de Courval que aparece en los 120 días de Sodoma. Courval es un vicioso que se convierte en un ser horrendo, apestoso y desagradable debido a actos de repugnante lujuria, descritos sin ahorrar detalle al lector. Con Sade, al superar los límites entre lo decible y lo indecible, se va más allá del ejercicio normal de las funciones corporales: en su pretensión liberadora, lo obsceno excede de la medida, tiende a la enormidad, a lo insostenible. Como tal adquirirá un papel dominante en gran parte de la literatura de finales del siglo XIX y en las vanguardias del siglo XX, precisamente para destruir los tabúes de los biempensantes y aceptar a la vez todos los aspectos de la corporalidad. "



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