Sermón por el nacimiento... (fragmento)Antonio Tavira
Sermón por el nacimiento... (fragmento)

"-Sermón por el nacimiento de los infantes Carlos y Felipe-
No se anuncian estas cosas en Geth, parecía decir todos en tanta angustia, ni lleguen estas tristes nuevas á las plazas de Ascalon, porque no se alegren y salten de gozo las hijas de nuestros enemigos, viendo que Dios está con nosotros, pues que han muerto en nuestros collados los dos que eran la confianza, la alegría, y la gloria de Israel. Rara vez se habrá visto en la Casa Real de España un tan abundante fruto de bendición como el que después de la última pérdida nos quedaba, cercando y coronando la mesa de nuestro amado Rey tantos hijos y nietos como los fértiles y hermosos renuevos de la oliva; pero nada podía templar el dolor.
El melancólico recuerdo de tantos males como había ocasionado siempre en estos Reinos la falta de sucesión varonil, que parece fue el azote que sucedió luego al de la bárbara y tirana opresión de los Infieles: de las crueles guerras, que el ansia de reinar y de mandarnos había solido causar en estos casos, quebrantando todas leyes y fueros, atropellando por lo humano y lo divino, despreciando todos los respetos, sin tener alguno á los derechos incontestable de la naturaleza: tantas mudanzas de gobierno, que nunca suceden sin notable detrimento de la pública utilidad y bien del Estado: tantas dominaciones extrañas, que no hay otra nación en el mundo, que haya tenido tantas desde los tiempos más remotos: todo esto hacia exclamar y decir al Señor: Vanean de Egipto transtulisti... Ut quid destruxisti maceriem ejus?
¿Fue para esto, Señor, el sacar esta hacienda vuestra de las manos de los Sarracenos, el plantarla y arrancar sus malezas, echando fuera de sus confines los pueblos bárbaros, que no os adoraban, ni conocían? ¿Fue para esto el haber plantado esta viña, y dándole raíces tan hondas, que sus sarmientos crecieron y subieron sobre los montes, haciendo sombra en ellos, y obscureciendo los valles, encumbrándose sobre los cedros más altos, y extendiéndose hasta los mares más apartados y distantes? ¿Así la quitáis tantas veces la cerca y el vallado, para que entren á hollarla y destrozarla los extraños que pasan por el camino?
Tales y tan bien sentidas eran las quejas que parecían dar toda esta Nación al Señor. Ellas y sus ardientes oraciones fueron al fin las que le desenojaron, y le quitaron la vara de hierro de las manos; y las que, como él mismo dice por sus Protestas, le hicieron hacer penitencia del mal que tenía pensado ejecutar en su pueblo. ¿Qué no haría el que por sola la oración de un hombre, y por las lágrimas de otro ha solido trastornar el cielo, detener el sol, parar su curso, torcer sus rayos, y enviar, ó suspender sus influencias: ¿Qué no haría por los ruegos de tantos justos como habrá todavía entre nosotros, sin los cuales ya este Reino se hubiera asolado de todo punto, y por ellos se sustenta, vive y florece? ¿Qué no haría por la mediación de su gloriosa Madre, bajo de cuyo especialísimo patrocinio están estos Reinos? ¿Qué no haría por la de tantos Santos, nuestros naturales y compatriotas, en que ha sido España más rica que en sus preciadas minas y tesoros? Los Santos, con la grande perfección y fineza de caridad á que han llegado, no olvidan, antes miran con mejores ojos, la tierra donde nacieron, y toman á su cargo su protección y defensa. Son los Padres de la Patria, nuestros amigos, que toman como suyos y de su propio interés nuestros negocios. "



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