Pudor (fragmento)Santiago Roncagliolo
Pudor (fragmento)

"No sabía qué hacer después de la consulta. Había avisado en la oficina que volvería antes de las once. Y en casa no había nadie. Podía llamar a algún amigo, pero estarían todos trabajando. Aunque fuese fin de semana, se dio cuenta de que no se le ocurriría a quién llamar. Se detuvo en la tienda de un grifo. Llevaba dos años sin fumar, pero pensaba que dadas las circunstancias, daba más o menos igual. Los estacionamientos de la tienda estaban completos. Dejó el auto en doble fila y bajó. Compró una cajetilla de Marlboro rojo. Y una botella de whiskey. Era cara, pero pensó que sus ahorros también daban más o menos igual. Afuera, las bocinas y los insultos le anunciaron que su carro bloqueaba la salida de un Fiat. Tuvo ganas de escupirle en la cara al conductor que gritaba. Tuvo ganas de subirse al Fiat y morirse ahí, a ver qué hacía el conductor, a ver a quién le gritaba. Pero a la vez se sentía como flotando en el aire, como si nada pudiese afectarlo. Subió a su auto sin decir palabra, se quitó del camino y encendió un cigarrillo. En su interior, sintió la primera bocanada expandirse en sus pulmones y circular por sus venas hasta cada milímetro de su cuerpo. Abrió la botella y dio un largo trago directamente del pico. El ardor bajó lentamente hasta su estómago para mezclarse con el café y las tostadas del desayuno. Tosió largamente. Se le irritaron los ojos. Y aceleró para llegar a la oficina.
Al bajar del auto sospechó que estaba ebrio. Apenas había bebido un par de tragos más, pero había perdido la costumbre. Metió la botella en su maletín y bajó tratando de mantener el equilibrio. Saludó a un par de secretarias y empleados que volvían de comprar sándwiches. Saludó a la recepcionista. Por primera vez, se preguntó por qué tenía que saludar a tantas personas que no le interesaban. Subió a su oficina. Su secretaria Gloria estaba ahí con su sonrisa de siempre. Le miró las tetas. Le miró el culo. Ambos le parecieron horrorosos, gordos y fofos. Devolvió la sonrisa y se encerró en su oficina a preparar un informe sobre la venta de lubricantes industriales para las fábricas de harina de pescado. Avanzó una línea y media. Luego llamó a Gloria, le volvió a mirar las tetas y le pidió un café.
Cuando llegó el café, pensó en levantar el teléfono y llamar a casa. O quizá pedir permiso para ausentarse del trabajo todo el día. Encendió otro cigarrillo. No tenía cenicero. Ni ventanas. Se aflojó un poco el nudo de la corbata. Quizá a la hora de almuerzo podría bajar y hablar con alguien de la oficina, quizá debía hablar sobre lo que acababa de ocurrir. Quizá con Javier. No, Javier no sabe de nada que no incluya autos, fútbol o cerveza. No sabría qué decir. A Gloria podría contarle. No, mejor no. Con Gloria se distraería. Nunca había estado tan obsesionado con unas tetas tan horribles. Vertió un poco de whiskey en el café. Bebió de un trago la mezcla. Trató de poner los pies sobre la mesa, pero su oficina era demasiado pequeña. No permitía estirar las piernas. Pidió otro café. Miró el reloj de la pared. 10.35.
Tenía todo el día por delante. "



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