El niño junto al cielo (fragmento)Enrique Congrains
El niño junto al cielo (fragmento)

"Habían llegado al lugar. Tras el portón se veía un patio más o menos grande. Puertas, ventanas, y dos letreros que anunciaban revistas al por mayor.
-Ven, entra -le ordenó Pedro.
Estaban adentro. Desde el piso hasta el techo había revistas y algunos chicos como ellos, dos mujeres y un hombre, estaban seleccionando lo que deseaban comprar. Pedro se dirigió a uno de los estantes y fue acumulando revistas bajo el brazo. Las contó y volvió a revisarlas.
-Paga. Esteban vaciló un momento. Desprenderse del billete anaranjado era más desagradable de lo que había supuesto. Se estaba bien teniéndolo en el bolsillo y pudiendo acariciarlo cuantas veces fuera necesario.
-Paga -repitió Pedro, mostrándole las revistas a un hombre gordo que controlaba la venta.
-¿Es justo una libra?
-Sí. Justo. Diez revistas a un sol cada una... Oprimió el billete con desesperación. Pero al fin terminó por extraerlo del bolsillo. Pedro se lo quitó rápidamente de la mano y lo entregó al hombre.
-Vamos -dijo Jalándolo. Se instalaron en la Plaza San Martín, y alinearon las diez revistas en uno de los muros que circundan el jardín. Revistas. Pedro sacó un sol de su bolsillo y explicó:
-Esto es de los dos cincuenta de mi ganancia, ¿ya?
-Sí, ya sé.
-¿Ves ese cine? -preguntó Pedro señalando a uno que quedaba en la esquina. Esteban asintió. Bueno, sigues por esa calle y a mitad de cuadra hay una tiendecita de japoneses. Anda y cómprame un pan con Jamón y tráeme un plátano y galletas, cualquier cosa. ¿Ya Esteban?
-Ya. Recibió el sol, cruzó la pista, pasó por entre dos autos estacionados y tomó la calle que le había indicado Pedro. Sí, ahí estaba la tienda. Entró.
-Deme un pan con jamón -pidió a la muchacha que atendía. Sacó un pan de la vitrina, lo envolvió en un papel y se lo entregó. Esteban puso la moneda sobre el mostrador.
-Vale un sol veinte -advirtió la muchacha.
-¡Un sol veinte! -devolvió el pan y quedó indeciso un instante. Luego se decidió:
-Deme un sol de galletas, entonces. Tenía el paquete de galletas en la mano y andaba lentamente. Pasó Junto al cine y se detuvo a contemplar los atrayentes avisos. Miró a su gusto y luego, prosiguió caminando. ¿Habría vendido Pedro la revista que le quedaba? Más tarde, cuando regresara junto al cielo, lo haría feliz, absolutamente feliz. Pensó en ello, apresuró el paso, atravesó la calle, esperó a que pasaran unos automóviles y llegó a la vereda. Veinte o treinta metros más allá había quedado Pedro. ¿O se había confundido? Porque ya Pedro no estaba en ese lugar, ni en ningún otro. Llegó al sitio preciso y nada. Ni Pedro, ni revistas, ni quince soles, ni… ¿Cómo había podido perderse o desorientarse? Pero. ¿No era ahí donde habían estado vendiendo revistas? ¿Era o no era? Miró a su alrededor. Sí, en el jardín de atrás seguía la envoltura de chocolate. El papel era amarillo con letras rojas y negras. "



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