Músicos y relojeros (fragmento)Alicia Steimberg
Músicos y relojeros (fragmento)

"Se puede decir que Dios premió a Tártaro por su bondad. No sólo le consiguió una mujer cuya bondad iba pareja con la suya, sino que además le consiguió unos suegros de leyenda, dos seres de tal bondad que convertían en miel todo lo que tocaban. Había cierto problema con las moscas, pero valía la pena soportar esa molestia si se consideraba que, una vez traspasada la puerta de esa casa, quedaban afuera todos los seres malos del mundo.
Pero el mismo Dios que premió a Tártaro le mandó una desgracia. Un día estaba su suegra espantando, como de costumbre, las moscas que se juntaban con la miel de su bondad, cuando de pronto perdió pie y rodó por la escalera. Tártaro la encontró tirada al pie de la escalera, sin conocimiento, y, sin saber qué hacer, se puso a reír.
Años después, en medio de su risa blanda, bondadosa, Tártaro me contó que desde el accidente la señora no había vuelto a levantarse de la cama. Después de cinco años, murió. “Gracias a Dios, pobrecita, fue una liberación para ella y para nosotros”, dijo Tártaro. “La llevamos” (Tártaro se ponía cada vez más alegre) “al cementerio de Azul, su ciudad natal. El traslado nos costó bastante, pero ¡qué alegría tenemos todos de que ella esté donde siempre quiso estar!”."



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