El amanuense Belmiro (fragmento)Cyro Dos Anjos
El amanuense Belmiro (fragmento)

"Lo siento por mis antepasados. Todo lo que debía hacer era escuchar una concertina. Cada vez que interpretaban la Varsoviana, me sentía empequeñecer. (Fuera del pueblo conocían esta tonadilla como el vals de Viana...)
Pobre anciano. Al final declaró que era inútil tratar de cambiarme. Desde que mi madre había ansiado secretamente que yo fuera un hombre de letras (ella solía decir que yo era más como un Maia que como un Borba), mi padre había ideado un compromiso. "Si el chico no puede encargarse de la granja, no lo mantendremos lejos de ella -al menos podría graduarse en agronomía. Ser parte de la literatura agraria" repetía con mirada satisfecha a causa de la ingeniosa asociación verbal que había descubierto y de la parcial aquiescencia con respecto a los deseos de la vieja dama, mi madre.
No obstante, abandoné las letras agrarias e incursioné en otro tipo de letras que desafortunadamente no me condujeron a ningún lado. Me vi envuelto en diferentes roles literarios y comencé a sentir ansiedades imaginarias. Ante el infortunio en los devaneos amorosos opté por escribir sonetos para concluir al final con Silviano y Redelvim, habiéndome adentrado en multitud de diversas sendas. El dinero que me habían proporcionado mis padres fue dilapidado en la compra de libros requeridos por los anhelos sentimentales de un ardiente zagal. Cuando al final del periplo escolar mi padre vino a Belo Horizonte y descubrió lo que había estado sucediendo, hubo entre nosotros una escena ominosa. Uno de esos argumentos en los que nosotros, los Borbas, nos injuriamos unos a otros hasta terminar por darnos un melodramático abrazo de perdón. Regresó al hogar con un gran dolor en su corazón, ocasionado por su incapacidad para inspirarme y posteriormente a través de un político pudo obtener para mí un trabajo en la burocracia. "



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