Hijos de nuestro barrio (fragmento) "Zoqlot hizo un gesto grosero con la mano y, soltando una burlona risotada, se lanzó al corredor, seguido de sus hombres. Pero no habían llegado a la mitad del pasillo cuando éste, inesperadamente, comenzó a temblar bajo sus pies, hundiéndose con todos los que estaban encima hasta el fondo de un profundo hoyo. Con increíble rapidez, todas las ventanas que daban a ambos lados del corredor, y desde ellas empezaron a arrojar agua con jarros, ollas, barreños y odres. Sin perder un momento acudieron los hombres y se pusieron a vaciar cestos de piedras en el hoyo. Por primera vez se oyeron en el barrio los alaridos de sus jefes y se vio correr la sangre de la cabeza de Zoqlot (...). A los oídos de la gente empezaron a llegar gritos de socorro que salían de las gargantas que durante toda su vida no se habían utilizado más que para maldecir e insultar. Reduán, el poeta, gritaba a voz en cuello: -¡No dejéis ni uno! (...) Se hizo un gran silencio. En el hoyo, cuya superficie estaba teñida de sangre y barro, nada se movía, ni se oía el menor ruido. Los hombres de Hamdán se asomaron a él jadeando, y Reduán el poeta gritó: -Éste es el castigo de los tiranos! " epdlp.com |