Las cosas superfluas de la vida (fragmento)Ludwig Tieck
Las cosas superfluas de la vida (fragmento)

"Pero las cosas sucedieron de manera distinta de lo previsto. Ese mismo día, cuando apenas habían terminado su modesta comida, pasó un coche delante de la pequeña casa. El carruaje se detuvo y bajaron algunas personas. La extraña construcción en saliente del techo impidió que la pareja supiese la identidad de los recién llegados. Los bagajes fueron depositados en el suelo —esto sí lo pudieron percibir— y del marido se apoderó el angustioso presentimiento de que acaso fuera el malhumorado propietario, quien había superado el ataque de gota antes de lo calculado.
Se escuchó claramente que el recién llegado se instalaba en la planta baja y ya no pudo haber duda de quién era. Bajaron unas maletas y las introdujeron en la casa. Estaba escrito que Enrique debería enfrentar ese mismo día una lucha. Escuchó lleno de aprensión y permaneció detrás de la puerta entornada. Clara le echó una mirada interrogativa, más él, con una sonrisa, meneó la cabeza en señal de no y se quedó callado. Abajo había un silencio total; el viejo se había retirado a su habitación.
Enrique se sentó al lado de Clara y dijo con voz algo reprimida: —De hecho es desagradable que sólo pocas personas posean tanta fantasía como el gran Don Quijote. Cuando a éste le tapiaron el aposento de los libros explicándole que un encantador se había llevado no sólo la biblioteca, sino también el aposento entero, comprendió lo que ocurría de inmediato, sin albergar la menor duda. No era lo bastante prosaico como para preguntar a dónde se había ido una cosa tan abstracta como el espacio. ¿Qué es el espacio? Una cosa incondicionada, una forma de la percepción. ¿Qué es una escalera? Un ente condicionado pero una comunicación, una oportunidad para llegar arriba desde abajo (y cuán relativos son incluso los conceptos de arriba y abajo). El viejo nunca aceptará que allí donde ahora hay un hueco antes no había una escalera; seguramente es demasiado empírico y racionalista como para conceder que el hombre auténtico y la intuición más profunda de las transacciones usuales no necesitan de esa aproximación pobre y prosaica, de esa vulgar jerarquización de conceptos. ¿Cómo podré explicárselo a él desde un punto de vista más elevado para que lo acepte en el suyo, tan inferior? Él quiere apoyarse en la vieja experiencia de la baranda y al mismo tiempo subir pausadamente por un escalón tras otro para llegar a la altura de la comprensión; nunca sería capaz de aceptar nuestra contemplación inmediata, ya que entre nosotros hemos destituido todas esas proposiciones triviales relativas a la experiencia o al estado de cosas sacrificándolas, según la vieja doctrina parsi al conocimiento más puro mediante el paso por las llamas que calientan y purifican. "



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