Las jamonas (fragmento)José Tomás de Cuéllar
Las jamonas (fragmento)

"Sánchez es una verdadera presea para el interés creciente de nuestro relato: le sabemos muchas cosas y hemos de decirlas, inocentemente.
Sánchez no tenía sólo una casa, tenía dos; pero tal lujo de domicilios había permanecido hasta entonces envuelto en el misterio.
Pero doña Felipa tenía una amiga y amiga de la tía Anita. Era la tal otra vieja chocolatera que se alternaba en chocolates y habladurías con doña Anita.
Esta vieja se llamaba doña Ceferina, tenía un hermano clérigo que la mantenía, y doña Ceferina no vivía, hacía muchos años, sino para procurar la salvación de su alma; obra por demás erizada de dificultades, pero que todas, en concepto de la misma doña Ceferina, estaban allanadas completamente.
Veamos su sistema.
Doña Ceferina madrugaba y oía la primera misa que se decía en la iglesia de su barrio; volvía a su casa a desayunarse, y en seguida emprendía el camino hasta la iglesia donde estuviera el circular: allí oía la misa mayor y rezaba dos novenas que siempre traía entre manos: una andada y aplicada por sus propias necesidades, que eran algunas constantemente; y otra por oficiosidad por los cuidados y desgracias de algunas de sus amigas, a quienes, como debe suponerse, nunca les faltaban cuidados y desgracias.
Volvía a su casa a comer, dormía siesta y se levantaba para ir a tomar el chocolate a alguna visita: los lunes con las monjas, martes con una comadre, miércoles con las hermanas de su confesor, jueves con una amiga, viernes en la casa de Sánchez; el sábado tenía mucho qué hacer y el domingo se quedaba a comer en alguna parte, y el lunes anudaba el turno nuevamente.
El chocolate no le impedía concurrir al depósito, al sermón, a los desagravios o a la novena solemne en alguna iglesia.
Lo único que cambiaba la monotonía de su vida, era el ir por una amiga o amigas a su casa para ir en su compañía a la iglesia.
Doña Ceferina tenía la costumbre inveterada de comer en la casa de sus amigas cada día de cumpleaños, y en algunas partes se quedaba a dormir, porque no había quien la llevara a su casa de noche.
A doña Ceferina nunca le faltaba qué hablar, tenía materia abundante para todo el año, contando en una casa lo que oía en otra, circulando las noticias de las funciones religiosas, y describiendo las fiestas de familia a que concurría.
Sabía de memoria el calendario; y más exacta que las interesadas, avisaba con anticipación en cada casa. "



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