El jinete del caballo blanco (fragmento)Hans Theodor Storm
El jinete del caballo blanco (fragmento)

"Cuando, pasadas unas semanas, se habían marcado la línea del dique y entregado la mayor parte de los volquetes, llamó el Deichgraf a reunión, en el mesón de la parroquia, a todos los propietarios de las parcelas de tierra que se habían de separar del mar por el nuevo dique, como también a los de tierras situadas detrás del antiguo.
Se trataba de mostrarles un proyecto sobre el reparto de trabajo y gastos, y escuchar probables oposiciones, pues también los últimos verían disminuidos los gastos de conservación del dique viejo por quedar defendidos éste y sus compuertas por el nuevo, debiendo participar por consiguiente igualmente en los gastos de éste. Para Hauke, el proyecto había sido un trabajo pesado y, si no le hubieran mandado un escribiente y un recadero, por orden del Oberdeichgraf, no habría podido terminarlo a pesar de trabajar todos los días hasta bien avanzada la noche.
Cuando entonces, rendido, buscaba su lecho, no le esperaba su mujer fingiéndose dormida como antaño; hoy tenía ella también tanto trabajo, que por la noche caía rendida, como en el fondo de un profundo pozo, con un sueño imperturbable.
Cuando Hauke había dado a conocer su proyecto y había extendido sobre la mesa los planos durante tres días, se hallaban presentes hombres serios que, respetuosos, miraban su consciente laboriosidad y, después de tranquila meditación, se sometían a la propuesta económica de su Deichgraf; pero también había otros que se quejaban de que les quisieran hacer tomar parte en los gastos del nuevo Koog, habiéndose desprendido de sus parcelas, sus padres, ellos mismos, u otros propietarios no tenían en cuenta que, a consecuencia de los nuevos trabajos, sus antiguas tierras quedarían poco a poco libres de pagar tributos; y otros que tenían muchas parcelas en el nuevo Koog, vociferaban que las querían vender y las darían por poco dinero, pues, teniendo que pagar tantos y tan injustificados tributos, no se podrían mantener. Pero Ole Peters, que estaba apoyado en el marco de la puerta, gritó con cara feroz:
–Recordad primero, y después fiaos de nuestro Deichgraf.
¡Él sabe calcular bien! Ya tenía la mayor parte de las parcelas, cuando supo persuadirme para que también le vendiera las mías, y, cuando las tuvo, decidió hacer el nuevo dique.
A estas palabras siguió un penoso silencio en la reunión. El Deichgraf, de pie, al lado de la mesa sobre la que estaban extendidos los papeles, levantó su cabeza y miró a Ole Peters. –Bien sabes, Ole Peters –dijo–, que si me calumnias lo haces para que una buena parte del lodo que me tiras quede sobre mí. La verdad es que tú querías desprenderte de tu parte y a mí me hacía falta entonces para el pasto de los borregos, y si quieres saber más, te diré que aquellas frases sucias que proferiste aquí, de que yo era Deichgraf sólo por mi mujer, me despertaron, y os he querido demostrar que puedo ser Deichgraf por mis propios méritos, y así, Ole Peters, he hecho lo que ya debía haber hecho el Deichgraf que me antecedió. Pero si me tienes rencor porque tus parcelas hoy son mías, ya sabes tú que muchos ofrecen las suyas por poco dinero, sólo porque les parece demasiado trabajo. "



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